Son estos tiempos turbulentos para las renovables, en particular para el apoyo económico a la producción de electricidad renovable en España. Por distintas cuestiones que luego comentaré, este Gobierno saliente y el más que probable entrante están cuestionando los marcos regulatorios y las políticas para impulsar estas energías. El sector está revuelto además porque las grandes eléctricas, antes “aliadas” o incluso promotoras preferentes del sector renovable, se han pasado al otro bando y apoyan claramente las medidas comentadas.
Esto último es perfectamente explicable desde la racionalidad de los agentes (aunque también hace falta introducir algo de irracionalidad subyacente), y no es totalmente culpa ni de estas grandes compañías ni de las renovables: si se quiere seguir manteniendo una tarifa final a los consumidores artificialmente baja, que no refleje todos los costes (algo que no tiene ni pies ni cabeza, como ya he comentado otras veces), está claro que los ingresos totales están limitados, y lo que se llevan unos no se lo llevan otros. Más coste de las renovables supone menos ingresos para el resto de tecnologías. A eso se añade el hecho de que las renovables tienen un efecto depresor del precio del mercado mayorista (véase este paper nuestro recientemente publicado) y por tanto, de los ingresos de los que participan en él, con lo que el pastel, ya limitado, se hace más pequeño. El resultado es que, sobre todo los ciclos combinados, funcionan menos horas, y reciben menos dinero por esas horas, con lo cual su rentabilidad se ve comprometida. Por supuesto, esto no pasaría, o pasaría menos, si no se hubiera sobreinvertido en esta tecnología (aquí es donde aparece la irracionalidad), pero eso es otro cantar…que tengo que decir que ya estaba avisado (véase por ejemplo la inversión óptima en ciclos que nos salía en este artículo del Energy Journal de 2006).
Pero en cualquier caso, lo que es cierto es que el sobrecoste de las renovables (por supuesto, mucho más escandaloso el de la FV) se dispara (en gran medida por descontrol regulatorio) y empieza a pisar los pies de demasiada gente (políticos y empresas convencionales). Si a eso le sumamos los líos de los concursos eólicos autonómicos (en los que básicamente se financia política social e industrial regional con cargo a las primas pagadas por todos los consumidores eléctricos), y la cada vez mayor interferencia con el mercado eléctrico (los efectos ya comentados de depresión de precio pueden ser muy significativos a largo plazo), vemos que el patio está muy, muy revuelto, y que no es de extrañar que se cuestione el marco de apoyo, incluso a pesar de que algunas cosas se hayan hecho bien antes, porque básicamente el escenario ya no es el mismo.
En estas circunstancias, parece conveniente reflexionar acerca de cuál puede ser el futuro de los marcos de apoyo a las renovables. Porque hay algo que no debemos olvidar: las renovables no pueden abandonarse. Todos los escenarios energéticos institucionales contemplan que, a medio plazo (2030, 2050), su contribución llegará hasta el 50-90% el sector eléctrico, como por ejemplo propone el Energy Roadmap europeo. Otros escenarios son aún más ambiciosos. Y, como no es previsible que las renovables, salvo la eólica, se hagan competitivas a corto plazo, habrá que seguir apoyándolas para que lo sean. Lo que pasa es que hay que pensar cómo hacerlo bien. El pasado viernes estuve hablando sobre esto en el Día Eólico organizado por APECYL, y estas fueron mis conclusiones:
- Primero, cada vez tiene menos sentido hablar de marcos de apoyo únicos para las renovables: cada tecnología tiene sus propias circunstancias (grado de desarrollo tecnológico, modularidad, grado de penetración, etc.) y eso puede hacer que el instrumento de apoyo deba ser distinto para cada una de ellas (incluyendo apoyos a la I+D si hacen falta).
- Segundo, cualquier instrumento de apoyo debe tener como objetivo su propia desaparición: los marcos de apoyo a las renovables deben estar diseñados para hacerlas competitivas, no para subvencionarlas sine die. Para corregir las externalidades ambientales (CO2, SO2) ya tenemos otros instrumentos que también deben usarse.
- Tercero, los entes subnacionales deben entrar, con derechos y deberes, en el diseño de los instrumentos. Esto aplica tanto a los estados miembros en un marco armonizado europeo, como a las comunidades autónomas o regiones a nivel nacional. Sólo así se podrá asegurar la necesaria coordinación y alineamiento de incentivos entre ellos.
- Cuarto, hay que repensar la financiación: si las renovables tienen beneficios para todo el sector energético, lo lógico es que su coste sea sufragado por todos los sectores, no sólo el eléctrico (incluso, si me apuran, por los presupuestos o por una fiscalidad específica).
- En cuanto al instrumento en sí mismo: aunque las primas han demostrado su eficacia pasada, los mayores niveles de penetración (y por tanto de coste) de algunas tecnologías hacen que sea bueno plantearse alternativas, como por ejemplo las subastas. De hecho, las primas tienen sus problemas adicionales sobre el ejercicio del poder de mercado en el sector eléctrico, como bien plantea Carlos Batlle.
No me voy a alargar más por ahora, pero claramente me dejo temas pendientes: a nivel europeo, la coordinación entre las políticas de renovables y las climáticas o de eficiencia, tema planteado por Klaas hace días y ya introducido en este artículo nuestro hace tiempo; a nivel español, la gran asignatura pendiente de las renovables no eléctricas, o cómo lograr crear empleo e innovación tecnológica asociados a estas energías (algo que no siempre se consigue con primas), o un asunto de mucho más alcance como es la reforma necesaria para un mercado eléctrico con alto grado de penetración de renovables, o, por supuesto, cuál debe ser el objetivo de renovables, y cómo deben contribuir las distintas tecnologías. Espero seguir con ellos en próximas entregas.
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