El tránsito desde Kyoto a Cancún ha refrendado el predominio de las estrategias “Bottom-Up” en la gestación de acuerdos internacionales para la lucha contra el Cambio Climático y ha supuesto cambios relevantes en el diseño y aplicación de los instrumentos –sobre todo los económicos- aplicados a dicho objetivo.
La estrategia “Bottom-up” promueve los acuerdos bilaterales y limita la fuerza de la coordinación internacional, lo que deja el camino abierto a posibles comportamientos ventajosos en el terreno ambiental, es decir, a países que traten de ganar competitividad y posiciones favorables de comercio internacional a base establecer exigencias ambientales muy limitadas a la producción en su territorio. La existencia de países laxos en términos ambientales y fiscales plantea dificultades importantes para abordar un problema global como el del cambio climático y para exigir el cumplimiento de los compromisos derivados de la coordinación internacional. En tales circunstancias, las soluciones fiscales más exigentes en términos ambientales plantearían para el país que las aplica problemas de competitividad en relación a los países que no asumen tales compromisos y, por tanto, un perjuicio económico más elevado cuanto más fuerte sea la posición de éstos en términos de comercio internacional.