Hace unos días se ofrecía un dato, cuanto menos curioso, que me ha hecho plantearme muchas dudas sobre la política energética alemana. Un Platts del 8 de marzo me sorprendía con el titular “Germany may add more coal than solar in 2013”. Según la información presentada, está prevista la incorporación de 5.288 MW de nueva capacidad de generación eléctrica con carbón en 2013, cifra muy superior a los 3.900 MW de nueva potencia solar a instalar en ese año.
Resulta curioso cómo, en un país que tiene un objetivo de alcanzar un 35% de la generación eléctrica de origen renovable en 2020 y llegar hasta el 80% en 2050 y en el que sus grandes eléctricas, como por ejemplo EON, piden objetivos de descarbonización ambiciosos en el horizonte 2030/2050 e incluso ajustes en consecuencia para los techos del ETS, se están produciendo grandes inversiones en nueva capacidad de carbón, que condicionarán la estructura de su mix eléctrico para los próximos 40 años o más.
¿No parecería más razonable para Alemania una estrategia basada en la creciente entrada de renovables más nueva capacidad de gas natural, baja en emisiones de CO2, para otorgar flexibilidad y firmeza al sistema? ¿Significa esto que Alemania abandona su estrategia de descarbonización del sector eléctrico a largo plazo? O es que, simplemente, duda de las políticas de descarbonizacion europeas a esos horizontes? Recordemos que una política de emisiones de muy bajas emisiones de CO2 implica unos precios elevados de emisiones.
Como adelantaba, ninguna de las preguntas tiene una respuesta clara.
En principio, desde el punto de vista de la seguridad energética de Alemania, no se vería con malos ojos la introducción de nueva capacidad de carbón frente a aumentar la dependencia de gas natural. El hecho de que Alemania dependa en casi un 43% de las importaciones rusas (un suministrador que le ha dado algún quebradero de cabeza) para abastecer su consumo de gas y de disponer un ratio de reservas/producción de carbón de 216 años apoyaría en parte esta idea.
No obstante, me cuesta pensar que los industriales alemanes se dejen llevar por las pasiones de la seguridad energética sin un análisis económico y de rentabilidad. En este sentido, lo que se ha venido viendo en los últimos años es que las centrales de carbón han tenido cierta rentabilidad a diferencia de las centrales de gas natural, algunas de las cuales se verán probablemente abocadas al cierre temporal ante las pérdidas derivadas de sus reducidas horas de utilización y los bajos precios de la electricidad y del CO2. Utilizando terminología más técnica, el “clean-dark spread”, una medida del margen que obtienen las centrales de carbón tras descontar sus costes por CO2, ha venido siendo claramente ventajoso para el carbón frente al equivalente de las centrales de gas natural. ¿Será esto así en el largo plazo?
A todo lo anterior habría que añadir las dudas que surgen sobre el encaje de una tecnología inflexible, como ha venido siendo el carbón, en un sistema eléctrico con mayores necesidades de flexibilidad ante la creciente participación de renovables. Sin embargo, parece que esto también lo tienen pensado. Así, desde las grandes eléctricas alemanas se destaca la elevada flexibilidad de las nuevas plantas con innovaciones técnicas que les permitan ajustar su factor de carga a las fluctuaciones del sistema eléctrico.
Por desgracia, las reflexiones de los últimos días no han servido para ofrecerme una respuesta clara sobre cuáles serán las líneas estratégicas de la política energética alemana en el medio y largo plazo, y su encaje con la europea. Así que, llegados a este punto, he preguntado a una compañera que conoce estos temas y me ha recomendado que no me complique la vida, que las centrales alemanas que entrarán en 2013 habían sido planificadas con anterioridad a 2003 y que la apuesta estratégica por las energías renovables seguía en pie. Sin embargo, a continuación, también me dijo: “la verdad es que no hay nada claro”.
En fin, intentaré consolarme con el potente mensaje de una famosa frase de un poeta italiano del siglo XIX: “Es menos malo agitarse en la duda que descansar en el error”.
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