En estos tiempos de discusión acerca del modelo energético del futuro, de las políticas a implantar, o de las tecnologías a apoyar, el adjetivo sostenible no falta en ninguna de estas discusiones: todos quieren lograr un modelo energético sostenible. Lo curioso es que la manera de conseguirlo, o los atributos de esta sostenibilidad, cambian enormemente en función de quien lo diga. Y es que, como tantos otros conceptos “reclamo”, el de sostenibilidad ha sido usado (y abusado) en múltiples ocasiones y según conviniera al usuario, lo que ha resultado finalmente en un concepto que vale para todo y no sirve para nada.
Realmente, esta indefinición existe desde el comienzo; como ya decía Pezzey “A temptation when writing on ``defining sustainability" is to try to distill, from the myriad debates, a single definition which commands the widest possible academic consent. However, several years spent in fitful pursuit of this goal have finally persuaded me that it is an alchemist's dream, no more likely to be found than an elixir to prolong life indefinitely”.
Y sin embargo, sin esta definición es imposible evaluar nada. Por tanto, creo que es importante tratar de conceptualizar lo más posible la idea de sostenibilidad energética, algo en lo que llevo trabajando desde hace un tiempo (en los últimos con la ayuda de José Carlos Romero). Aunque es una investigación que todavía no ha concluido, aquí va mi interpretación del término, desde la perspectiva de la sostenibilidad débil (la fuerte la dejo para otra entrada).
Para mí, un sistema sostenible es aquel que permite mantener un nivel de bienestar no decreciente de forma indefinida en el tiempo, y distribuido de forma justa entre la población. Esta definición tan breve requiere sin embargo algunas precisiones:
- Por bienestar entiendo no sólo el que proporciona el dinero, sino también otros bienes o servicios a veces difícilmente cuantificables: el medio ambiente, la estructura social, el conocimiento…
- ¿De dónde proviene el bienestar? Típicamente, de un recurso, de un capital: económico, ambiental, humano…Si queremos mantener un bienestar no decreciente debemos por tanto o mantener un nivel de capital no decreciente, o una eficiencia en su uso no decreciente.
- En cualquier caso, el bienestar se mide en términos antropocéntricos, es decir, es bienestar para la especie humana. No es que otras especies no tengan derecho al bienestar necesariamente, es que tratar de medirlo nos llevaría, en mi opinión, a un callejón sin salida.
- A veces el bienestar es intercambiable: podemos cambiar más medio ambiente por menos dinero; a veces no lo es, porque chocamos con límites físicos. Estos dos conceptos, llamados respectivamente sostenibilidad débil y fuerte, están incluidos en la definición (aunque, como decía, la acepción fuerte tiene algunos matices importantes a los que dedicaré otra entrada).
- Estamos hablando de sistema, y por tanto resulta difícil analizar la sostenibilidad de componentes aislados del mismo (como por ejemplo el sector energético), ya que todo está relacionado.
- Por último, me gustaría subrayar el componente distributivo. Sostenibilidad significa distribuir los recursos en el tiempo, lo que al fin y al cabo supone repartirlos entre nuestra generación y las futuras. La misma lógica impone entonces que también hay que incluir en el problema la distribución dentro de la generación actual. En cualquier caso, y por esta necesidad de distribuir, es inevitable tener que introducir criterios éticos en la utilización del término.
A partir de todo lo anterior, ahora podemos tratar de definir un modelo energético sostenible. Yo entiendo como tal aquel que proporciona por tanto un nivel de bienestar no decreciente en el tiempo, y distribuido de manera justa entre la población. ¿Cuáles son los componentes del bienestar proporcionado por el modelo energético?
- En primer lugar, por supuesto, la energía, que es un componente fundamental del desarrollo económico. Aquí se debe hablar, más que de energía, de servicio energético, con el fin de incorporar la eficiencia energética en la definición. Y por supuesto, también debemos incorporar el coste de esta servicio energético, ya que, cuando mayor sea su coste, menor será el bienestar total (por la reducción de capital económico que conlleva).
- El uso de la energía puede reducir el capital ambiental, y por tanto el bienestar que nos proporciona. También tiene o puede tener implicaciones sobre la estructura de la sociedad, y de nuevo sobre el bienestar que extraemos de ella. Y también al revés: el medio ambiente nos proporciona recursos energéticos, y una determinada estructura social contribuye más o menos a nuestro bienestar directamente, o a la forma en que consumimos o producimos la energía.
- Finalmente, la forma en la que utilizamos la energía también tiene consecuencias sobre el capital tecnológico y el bienestar que este nos puede proporcionar (y al revés, el capital tecnológico influye en cómo usamos la energía), tanto dentro del sector energético como fuera de él.
Así pues, ¿cuáles son los indicadores que pueden ser relevantes para evaluar la sostenibilidad de un modelo energético?
- La cantidad de energía (o mejor aún, de servicio energético) utilizada
- El coste de la misma
- La cantidad de energía disponible, tanto renovable como agotable
- Su impacto sobre capital natural
- Su impacto sobre la estructura social
- Sus consecuencias sobre el capital tecnológico
- La distribución del uso de la energía y de sus consecuencias
Nótese que estos indicadores pueden afectar positiva o negativamente al bienestar: por una parte, cuanta más energía, mayor bienestar; pero por otra, si los recursos energéticos son agotables, más energía ahora compromete el bienestar de las generaciones futuras. De igual forma podemos analizar el coste: en principio, un coste menor es más deseable, pero un coste demasiado bajo puede transmitir señales erróneas e incentivar el derroche.
Por último, parece que me olvido de un elemento muy mencionado últimamente como parte de un modelo energético sostenible: la seguridad de suministro. Realmente no lo hago, la seguridad (o la falta de ella) repercute en el bienestar por dos vías: por la vía económica, es decir, del coste de la energía; y por la vía de la energía disponible, ya medida en la cantidad consumida. Así que lo correcto sería medir la seguridad a través del coste y de la disponibilidad. Habitualmente, sin embargo, y por falta de datos adecuados, recurrimos a indicadores intermedios como el grado de dependencia energética externa.
Esta interesante definición que aportas, Pedro, tiene tantas variables interrelacionadas que es difícil predecir las consecuencias de las variaciones de sus valores... vamos, que se presta a hacer un modelito de dinámica de sistemas para estudiar estas relaciones... ¿lo has pensado? (quizá para un Proyecto Fin de Carrera?
ResponderEliminarUn saludo,
Ender (www.comoquerais.blogspot.com)
Ender, perdona que no te haya contestado, este blog lo uso menos y se me había pasado ver el comentario. Efectivamente, tanta complejidad requiere un modelo, bien de dinámica de sistemas o simplemente de optimización/simulación, lo importante para mí es que sea un modelo multicriterio capaz de recoger todas estas variables, y en su caso agregarlas para obtener un índice de evolución. Las buenas noticias es que ya estamos con uno, la tesis doctoral de Álvaro López-Peña está centrada justo en este tema, y también lo complementa la futura (espero) tesis de José Carlos Romero, que fue quien me facilitó la cita de Pezzey.
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