El último informe de Economics for Energy presenta un estudio muy detallado sobre el coste económico de reducir la demanda energética en los principales sectores económicos. Los resultados muestran un enorme potencial de reducción a costes muy bajos e incluso negativos. Las recomendaciones del informe se centran en el sector del transporte (cambio modal hacia el ferrocarril y mejora en los vehículos convencionales e híbridos) y en el sector eléctrico (penetración de las energías renovables, especialmente la eólica). Sin embargo, como argumentó Pedro en la presentación del informe, esto no debe descartar otras tecnologías con costes de reducción mayores. En el estudio se realiza una valoración económica, sin tener en cuenta otras consideraciones sociales. Otras medidas de ahorro, como el aislamiento térmico de las viviendas, podrían también ser deseables. Muchos autores argumentan que la rehabilitación de las viviendas no es sólo una cuestión de rentabilidad económica y sostenibilidad medioambiental, sino también un mecanismo para favorecer la igualdad social.
Todo esto me vino a la cabeza hace unos días cuando leí que la crisis económica y el aumento en el precio de la energía habían causado que una cuarta parte de las familias británicas viviesen bajo la denominada “pobreza energética”. Lo que me hizo preguntarme sobre cuál sería la situación en España.
En primer lugar hay que decir que no existe una definición ni una medida estándar que determine la pobreza energética. El concepto de pobreza energética se empieza a utilizar a finales de los 80 en Gran Bretaña, y se refiere a aquellos los consumidores que destinan más del 10% de sus ingresos para mantener su hogar en condiciones óptimas de temperatura. Esta definición es una manera fácil y objetiva de medir la pobreza energética, sin embargo presenta varias limitaciones. Por eso, el proyecto europeo EPEE (European Fuel Poverty and Energy Efficiency) utiliza tres variables para valorar la pobreza energética: la capacidad de pago para mantener el hogar en condiciones óptimas de temperatura, el número de goteras/humedades y el retraso en el pago de las facturas de energía.
En 2005, EPEE presentó un informe en el que apunta que un 9% de los hogares españoles no podía hacer frente a los costes para mantener su hogar en condiciones óptimas de confort, el 17% padecían de problemas de humedad/goteras, y finalmente, el 3,3% se encontraba en deuda con las facturas de energía, agua y gas de los últimos 12 meses. No parece que la situación haya mejorado en los últimos años. Un informe de Eurostat sobre las condiciones de la vivienda en Europa indica en 2009 el porcentaje de la población española que habitaba en viviendas en malas condiciones había incrementado respecto a 2005. El porcentaje de hogares que tenían alguna deuda con la factura de energía en 2009 había incrementado hasta alcanzar el 5,5%. El dato positivo era que el número de hogares que no podía mantener su vivienda a una temperatura adecuada descendió al 6,2%.
La crisis económica y el aumento en el precio de la energía hacen pensar que en la actualidad los indicadores de pobreza energética han debido empeorar. Por ello, las políticas de rehabilitación de la vivienda no deben verse sólo como una manera de reducir el consumo energético, sino también como una oportunidad de acabar con la pobreza energética y aumentar la igualdad social.
No haber aprovechado el boom de la construccion para exigir aislamientos suficientes... que rabia
ResponderEliminar