Hoy me he encontrado en Enervía con este artículo, que no puedo evitar comentar: el autor comienza argumentando que hace falta energía para alimentar el crecimiento económico (cosa que no tiene mucha discusión, la verdad). Pero a continuación, o más bien, entre medias, nos trata también de convencer de que cuanta más energía, mejor. Y claro, aquí es donde uno salta: no siempre más es mejor. Como casi siempre, lo mejor es ser más eficiente, no consumir más de lo necesario. Y si podemos crecer lo mismo con menos energía, pues mucho mejor. Si uno mira cómo nos comparamos en términos de intensidad/eficiencia energética con Europa (y no nos limitamos a una simple comparación del consumo de electricidad por autonomías) vemos que sí es posible crecer lo mismo o más con menos energía, y además ahorrar pasta por el camino. Y sí, la eficiencia tiene un límite, y también tiene efectos rebote, y más problemas...pero todavía nos queda a pesar de ello mucho recorrido que tenemos que aprovechar. Desgraciadamente, es habitual encontrarse con muchos oponentes de la eficiencia: parece que esto del ahorro es algo retrógrado, que disminuye el confort, y que además, al usar menos energía, nos hace ser menos competitivos. Pero todo lo contrario: si somos más eficientes en el uso de la energía, seremos mucho más competitivos, reduciremos nuestros gastos no necesarios, y no perderemos bienestar. Energía sí, pero de forma inteligente.
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