Cuando me preguntan por mi opinión acerca de la posibilidad de un acuerdo global en materia de reducción de emisiones de gases de efecto invernadero, mi respuesta es que no creo que se produzca, pero que eso, sin que sea incoherente, no significa que no se vayan a reducir las emisiones: lo harán de forma unilateral, por distintas razones (Mai resume aquí muchas de las iniciativas en marcha).
En el caso de China, todos los signos llevan apuntando desde hace tiempo a que el gobierno ha incluido entre sus objetivos la reducción del uso de combustibles fósiles, y el aumento de las energías renovables. Pero no para alcanzar un acuerdo con los países desarrollados, o porque les parezca justo contribuir de esta forma al bien común. Hay dos razones mucho más poderosas.
Una es la seguridad energética: China es el principal consumidor de energía del mundo (y consume por ejemplo más de la mitad del carbón mundial), y esto afecta claramente a los precios que tiene que pagar por la energía. Aunque las empresas públicas de petróleo chinas están muy activas comprando recursos, esto no es suficiente para aislarse de los altos precios. Por tanto, China está muy interesada en reducir su consumo de energía.
Otra, la contaminación atmosférica. Los daños de la contaminación son cada vez mayores, y empiezan a influir en el turismo (además de generar oposición política). Ante esto el gobierno chino está endureciendo sus estándares de calidad ambiental, y la única forma de cumplir con ellos es cambiar la forma en la que generan la energía, reduciendo de esta forma también las emisiones de gases de efecto invernadero.
El resultado de estos dos factores es que China está mejorando mucho relativamente. En una conferencia antes del verano en la Cátedra BP de Energía y Sostenibilidad de Comillas, He Jiakun, de Tsinghua University, nos mostraba cómo la intensidad energética y de carbono en China ha bajado más de un 50% en los últimos años (aunque el consumo de energía se ha triplicado desde 1990). China es ya también el primer país en inversiones en renovables y en nuclear. Concluía He Jiakun que para China es mucho más importante incluso que para los países occidentales el apostar por un modelo energético bajo en carbono.
Por supuesto, todavía queda mucho por hacer. Por mucha inversión que estén haciendo en renovables, estas energías siguen siendo anecdóticas en el sistema energético chino. Y el peso de la industria todavía sigue siendo muy alto, aunque parece que se observa una cierta terciarización.
La prioridad de la política energética china está en la eficiencia energética, que ya le ha dado muy buenos resultados, pero que todavía puede extender. La segunda medida relevante es la apuesta clara por la energía nuclear. Dado el tamaño del mercado chino, los interesados en estos sectores deberán seguir de cerca su evolución.
NOTA: Después de publicar esta entrada leo esta noticia según la cual alguna parte de la estrategia china no tiene mucho sentido si lo que quiere es reducir emisiones...
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