A África no se le conoce como el "continente oscuro" por casualidad: según la unidad energética africana del Banco Mundial (AFTEG, sus acrónimos en inglés), para la mayoría de la población africana la disponibilidad de electricidad fiable y de bajo coste sigue siendo inaccesible e inasequible. La AFTEG estima que 25 de las 54 naciones africanas se enfrentan a una crisis energética. El continente africano es rico en recursos energéticos, pero la mayor parte de él sigue sin explotar. Las soluciones que se barajan son impulsar el comercio transfronterizo de energía, mejorar las empresas de servicios públicos existentes y la mejora a gran escala del acceso a la electricidad. El Banco Mundial ha señalado que “África está bien dotada, tanto de combustibles fósiles como de gas, carbón, y otras energías renovables (en particular la energía hidroeléctrica y la geotérmica)". El carbón y la energía hidroeléctrica presentan oportunidades y riesgos: ambos ofrecen un potencial, si son explotados a gran escala, de entre las demás energías de bajo costo, aunque el creciente precio del petróleo ha aumentado relativamente el interés de ambos. Sin embargo, ambas energías se enfrentan a retos medioambientales, por ejemplo el carbón tiene el handicap de contribuir en torno al 3% de la producción mundial de dióxido de carbono. Del mismo modo, los proyectos hidroeléctricos, aunque tienen un bajo nivel de emisiones de dióxido de carbono, se han enfrentado a un examen muy amplio de su impacto ambiental.
La situación de déficit de energía en África es grave y va en aumento. Según un informe reciente elaborado por el Programa Ambiental de las Naciones Unidas, el sector de la energía en África necesita instalar unos 7.000 MW de nueva capacidad de generación cada año, argumentando que gran parte de esta capacidad puede venir de los recursos renovables nacionales todavía sin explorar.
Además, la disparidad del consumo energético en todo el continente es muy grave. Sudáfrica, el país más avanzado económicamente de África, utiliza 4.800 kWh per cápita por año, mientras que la tasa en Etiopía ronda un mísero 38 kWh por persona (el consumo mensual de una casa con tan sólo tres bombillas de 60 vatios de luz durante cinco horas por día es de 28 kWh). Actualmente, la capacidad instalada en África es de 114 GW para los mil millones de habitantes que tiene (equivalente a la instalada en Alemania que tan solo tiene 82 millones de habitantes), de los cuales se encuentran instalados en Sudáfrica y Egipto el 65%.
Mientras que el continente prevé gastar unos 31.000 millones de Euros anuales en este sector, donde actualmente solo se gastan 9.000 millones de Euros, los cortes de energía son comunes y la electricidad sigue siendo un bien muy lejano para la población rural, ya que solamente un 12% de ellos pueden disponer de este servicio. Este déficit energético impone un coste añadido a los gastos de funcionamiento de medios de producción. En Senegal por ejemplo, supone un coste para la economía de unos 100 millones de Euros al año. En junio del año pasado este país estuvo al borde del cataclismo social, ya que la gente estaba cansada de ser privada de un servicio eléctrico eficiente por el que pagan cantidades importantes. Ante la presión popular, el Ministro de Energía senegalés lanzo el plan Takkal que proporciona alrededor de 1.000 millones de Euros para solucionar este problema. Este plan está enérgicamente criticado por ser muy caro y porque sólo resolvería el problema a corto plazo.
En este escenario, los países del Magreb han apostado por las energías renovables, Marruecos y Argelia integrarán el ambicioso proyecto Desertec, del que ya hemos hablado con anterioridad en este blog. El objetivo de este proyecto es generar electricidad utilizando la energía solar para uso propio y para suministrar a Europa. Aunque también existen críticas y dudas sobre este modelo, éste ha sido defendido por muchas instituciones, incluyendo al Banco Africano del Desarrollo (BAD). El argumento se basa en un principio simple: los países que no tienen petróleo (Senegal, Marruecos, Costa de Marfil, Guinea, etc.) tienen incentivos para desacoplar sus economías de los precios del crudo.
No obstante, hay que tener en cuenta el tiempo y el espacio en la planificación energética, para ello sería bueno asociar a estas fuentes de energía renovables un valor que las popularizase en la mayoría de los países africanos donde, hoy en día, se pueden encontrar tasas de penetración superiores al 20%.
Teniendo en cuenta el aumento de la competitividad de estas tecnologías, África se enfrenta a una oportunidad histórica y única para utilizar las energías renovables de forma oportuna y rentable como base de su desarrollo. Esta tarea requiere mucha precaución, ya que muchas de estas tecnologías todavía están en fases preliminares. Pero es precisamente mediante su utilización como se puede contribuir a la electrificación de todo el continente, acompañándola de una generación de beneficios económicos y sociales a través de la creación de empleo y de la protección del medio ambiente.
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