10 julio, 2013

La visión del prestamista europeo sobre el futuro modelo energético: una cuestión de crédito

Recientemente se ha cerrado el proceso de consulta pública de la Comisión Europea sobre el marco de futuro de la política energética y de cambio climático en Europa (Green Paper on a 2030 framework for climate and energy policies). Las reflexiones sobre este tema son importantes y complejas; pero hay unas pocas cosas claras, entre ellas, la necesidad de financiación para realizar las inversiones que permitan alcanzar los objetivos de la política energética y medioambiental. Más aún en un contexto de escasez de crédito y creciente competencia global por los capitales.
Desde este punto de vista, un hecho de relevancia para el futuro del modelo energético europeo ha sido la publicación del borrador de política de crédito del Banco Europeo de Inversiones (BEI) para el sector energético, que se someterá a la votación de su comité de dirección el próximo 23 de julio de 2013.
Las señales que ofrezca este documento son muy importantes por varias razones:
  • El BEI es el brazo financiero de la Unión Europea, al que se le está otorgando cada vez de un mayor peso.
  • De la política de crédito que finalmente se apruebe dependerán los criterios que se establecerán para otorgar financiación a los proyectos energéticos.
Este documento refleja la visión del BEI sobre el modelo energético de la UE, que deberá ser coherente con la política energética europea y sus prioridades. Y aquellos proyectos que no encajen en ese “marco político” lo tendrán muy difícil para acceder a esa financiación del BEI.
Tras la lectura del papel del BEI, sometido a un proceso previo de consulta pública, confirmo una idea que me venía rondando hace un tiempo, y es que tengo la sensación de que se está forjando una visión muy extendida del modelo energético europeo, que el BEI recogido bastante bien y que consta de los siguientes puntos:
Se parte de un diagnóstico general en el que se destaca el contexto de crisis económica y la necesidad de que los proyectos energéticos contribuyan al crecimiento económico y la generación de empleo. En este diagnóstico se destaca también el cambio de paradigma provocado por el despegue combustibles no convencionales (shale gas y shale oil) y cómo ello ha cambiado la posición relativa global. Estados Unidos va ganando en competitividad y seguridad energética (llegará a ser exportador neto de petróleo en 2030) mientras que la UE aumenta su dependencia energética (que llegará al 95% de su demanda de petróleo en 2030) y pierde competitividad por aumento de precios.
El cambio climático pierde peso en el discurso. Se habla en general de la compatibilidad de los proyectos con objetivos de reducción de emisiones pero el papel de los “climate challenges” es mucho más reducido que el que se ofrece a la competitividad o a la seguridad energética.
El BEI reconoce la importancia de las energías renovables y la necesidad de incrementar los niveles de inversión para cumplir los objetivos de 2020. Sin embargo hace mucho hincapié en dos grandes retos que tiene que afrontar esta opción en termitos de: 
  • Seguridad. La adecuada integración de las energías renovables en el mercado energético europeo requerirá inversiones en redes.
  • Competitividad. Reducir el coste que asumen gobiernos y ciudadanos por el desarrollo renovable, disminuyendo el coste de producción de las renovables. De hecho, destaca que el BEI continuará otorgando cierta prioridad a los proyectos renovables pero que tendrá muy presente la necesidad de que estas reduzcan costes para que no se conviertan en una carga excesiva para los futuros consumidores eléctricos.    
Dos cuestiones que tienen muy claras son el papel de la eficiencia energética como la vía más adecuada para cumplir los objetivos energéticos y climáticos de la UE, y que las redes eléctricas son un aspecto crítico para el cumplimiento de los objetivos de la UE, en especial las interconexiones transfronterizas.
Al igual que la política energética europea, el BEI no se pronuncia de forma nítida sobre cuestiones como el papel en el futuro modelo energético europeo de la nuclear o los hidrocarburos no convencionales.
En relación a la nuclear, se muestran muy cautos a pronunciarse sobre este tema, destacando la capacidad de cada estado miembro para otorgar a la nuclear el peso que considere oportuno. Señalan que en caso de plantearse financiar algún proyecto de este estilo, tendría que superar los requisitos habituales más requisitos muy estrictos relacionados con seguridad, desmantelamiento,…
En cuanto a los hidrocarburos no convencionales, se destaca la creciente dependencia energética de Europa como driver de este tipo de inversiones (con especial referencia al shale gas). Pero dejan entrever algún atisbo de duda con la frase “si las circunstancias son las adecuadas, el BEI invertirá”.
Como cierre de estas reflexiones sobre el futuro modelo energético europeo, considero que hay que dar mucha importancia al “crédito” en todas sus acepciones. Por un lado, en su vertiente financiera (cantidad de dinero que se debe a un acreedor) es un elemento básico para que los proyectos salgan adelante. Por otro, en un marco regulatorio, el crédito desde el punto de vista institucional (“opinión que goza alguien que cumplirá puntualmente los compromisos que contraiga”)  también es fundamental para que los agentes se arriesguen a acometer proyectos que requieren grandes volúmenes de inversión.

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