¿Quién podría aún dudar hoy del carácter geopolítico de los desafíos energéticos y medioambientales? Dos importantes acontecimientos han marcado recientemente la escena internacional. El primero, la reunión del presidente americano Barack Obama con su homólogo chino Xi Jinping, que condujo a principios de junio a un acuerdo inédito con miras a la supresión de determinados tipos de gases de efecto invernadero (llamados HFC) a nivel internacional en los próximos años (Vease aquí y aquí). El segundo, que reunió la Canciller alemana Angela Merkel y el Primer Ministro chino Li Keqiang el 29 de mayo, y que se refería a las tensiones relacionadas con el impuesto europeo sobre la importación de los paneles fotovoltaicos chinos en Europa (Véase aquí y aquí).
En un mundo caracterizado por la escasez de recursos y por un crecimiento inédito de consumo energético, esta 'geopolitización' de la energía está inevitablemente condenada a acelerarse. En 2030, se espera que tres millones de personas se unan a las filas de la clase media mundial, con las consecuencias que esto implica en términos de consumo de energía y recursos. Durante este período, las necesidades de la población mundial de energía, agua y en tierras agrícolas deberían aumentar respectivamente el 33%, el 27% y el 41%.
Al mismo tiempo, el impacto de la actividad humana sobre el clima nunca ha sido tan fuerte. La concentración de CO2 en la atmósfera ha superado, por primera vez en varios millones de años, las 400 partes por millón (ppm) a nivel mundial en abril de 2013. La aceleración del cambio climático nos impondrá así en los próximos cien años la capacidad de adaptación que el planeta ha podido desarrollar anteriormente en 200 siglos.
Frente a esta doble constatación, implacable, de la urgencia económica y ambiental, la solución sólo puede lograrse a través de una transición energética digna de ese nombre. Desde hace seis meses, ONGs, empresas, sindicatos, expertos o ciudadanos tratan de hacer valer su visión del futuro energético de Francia que se trataría de hacer menos dependiente a las energías fósiles, y a la energía nuclear (Véase mi entrada aquí). Esta iniciativa gubernamental sigue - no sin vaivenes y polémicas - con una fase de debates que se concluye, y que debe desembocar en la votación de una ley de orientación en octubre, sin que la destitución de delphine Batho (la ministra de Ecologia, Desarrollo sostenible y Energía), sustituida por Philippe Martin, no frene el proceso.
Un primer documento de síntesis está ya en circulación desde el final de la semana pasada y está sometido en este momento a la revisión de diversos asociados. Sin duda las enmiendas se harán al texto, pero ya han surgido los principales puntos de consenso... o de desacuerdo.
Los objetivos y los desacuerdos
El proyecto de texto recuerda en primer lugar los objetivos de la transición a la energía: respetar el compromiso internacional de Francia de dividir por cuatro sus emisiones de gases de efecto invernadero en el año 2050 (‘factor 4’) y reducir su costosa dependencia de los combustibles fósiles. El statu quo es aún menos posible, recuerda el texto del proyecto que Francia « debe iniciar un importante esfuerzo de inversión en su parque nuclear y hidroeléctrica ».
Pero los desacuerdos aparecen ya en el preámbulo: si el presidente François Holand ha fijado como objetivo adicional una reducción de la parte del nuclear del 75% al 50 % en la producción de energía eléctrica francesa, “algunos actores”, subraya el texto, « expresan su oposición a dicho objetivo ».
Segundo desacuerdo de principio: aunque todos están de acuerdo en la necesidad de acompañar a la transformación del sistema energético francés por una fuerte reducción del consumo, el nivel de ambición es diferente. Para la mayoría de los expertos, cumplir con el 'factor 4' induce a reducir el consumo de energía en el 2050 a la mitad. Una meta que Delphine Batho había asumido y lo había señalado varias veces, pero la UFE (la Unión Francesa de Electricidad), que agrupa a los principales actores en el sector como EDF, reveló no factible. Consecuencia: el proyecto de texto recuerda que 'algunos actores' se ofrecen a conformarse con una disminución del 20% y conducir una transición “al ritmo de desarrollo de las nuevas tecnologías”.
La renovación de la envolvente térmica de viviendas
Rechazada por sectores, la disminución de los consumos energéticos pasa por un programa de renovación térmica de viviendas. El consejo sugiere la renovación del conjunto del parque de aquí a 2050, lo que supone un ritmo sostenido de 500 000 renovaciones por año, mediante la búsqueda de mecanismos de financiación dedicados.
La disminución del consumo de petróleo pasa por otra parte por una fuerte reducción del uso del automóvil. El texto propone lanzar un programa « dos personas por coche », de limitar las velocidades reglamentarias en carretera, autopista y en la ciudad, y de continuar el programa de investigación nacional para reducir el consumo de combustible a 2 litros por 100 km.
Desarrollo de las energías solar, biomasa, eólica…
Finalmente, el proyecto de dictamen preconiza un paquete energético 'resistente, diversificado, equilibrado y competitivo, marcado por el desarrollo de las energías renovables’. En resumen, se continúa el desarrollo de la solar, eólica y biomasa, preservando la herencia, es decir, la industria nuclear. Además se sugiere el lanzamiento de un 'estudio de viabilidad de las trayectorias para lograr el compromiso del Presidente de la República' en la reducción del peso del átomo, antes de la redacción del proyecto de ley. Por ello muchas ONGs plantearon la siguiente pregunta ¿Cómo poner Francia en la trayectoria de una reducción importante de su dependencia nuclear mediante el cierre de solo una central de una potencia de 1.800 MW en 2017 mientras se debe poner en servicio del EPR de Flamanville, un reactor de potencia de 1650 MW? Aunque se proponen algunas medidas fiscales para financiar una parte, las sumas seguramente no serán suficientes para cubrir los costes que representaría el cierre de centrales nucleares: el Tribunal de Cuentas estima el costo del desmantelamiento francés de los 58 reactores en 18,4 mil millones de euros, un promedio de 317 millones de euros por reactor.
Una revisión de la cláusula
El texto finalmente propone introducir una 'cláusula de revisión' cada cinco años, con el fin de restablecer el equilibrio en función de la evolución económica y tecnológica. Los debates lo han demostrado claramente: fuertes incertidumbres sobre el futuro energético del mercado, que sea referente a la evolución del precio del petróleo, el estado de sus reservas o el desarrollo tecnológico como almacenamiento de electricidad.
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