El tan discutido recorte a los fondos públicos para investigación ha vuelto a abrir, con más fuerza si cabe, el debate sobre la contribución de la I+D al desarrollo económico de España, sobre el buen uso de los fondos públicos, o sobre el papel que juega España en el escenario mundial de la innovación.
Efectivamente, la inversión en innovación, en conocimiento, ha sido citada por muchos autores (Molina, Garicano, Acemoglu, Comín...) como una de las claves para la recuperación de un modelo de crecimiento sostenible para la economía española, por su papel central en la competitividad de nuestro sector productivo. Este ha sido el argumento central de muchas voces que han defendido la necesidad de mantener, o incluso aumentar, la contribución pública al sector del conocimiento. En cambio, otros argumentan que no debe aumentarse la contribución pública sin antes replantear el modelo de innovación y la eficiencia del sistema de innovación español.
Este debate tiene una importancia especial en el campo de la energía. Nuestro sector energético está muy expuesto al riesgo de precio por su dependencia del exterior, y su impacto ambiental es significativo. La deseada evolución a un modelo más sostenible requiere de manera imprescindible el desarrollo de tecnologías limpias para producir y utilizar la energía, pero que a la vez tengan un coste competitivo para las industrias y hogares. Además, España cuenta con una cierta ventaja competitiva en el desarrollo de estas tecnologías, gracias a los sistemas de ayudas públicas que han existido hasta hace poco. Por tanto, la apuesta por la innovación en energía podría reportar a España beneficios significativos, tanto en lo que se refiere a los costes del suministro energético, como al desarrollo de un sector productivo basado en el conocimiento.
Esta es una de las conclusiones principales del reciente informe de Economics for Energy, presentado el pasado viernes 11 de enero en Madrid, en el que se defiende que los retornos a la inversión en I+D en energía pueden ser de hasta el 700%, y esto solamente considerando los ahorros en el sector energético.
Sin embargo, y como también analizamos en el informe, parece imprescindible un cambio en la forma en la que se hace innovación en energía en España, y también en su volumen: en España se invierte menos que en otros países, y además el sistema de innovación tampoco es óptimo. Hay un peso demasiado elevado del sector público, la investigación se transfiere poco al sector productivo, hay fragmentación en las estructuras de investigación y baja cultura emprendedora.
Por tanto, y frente a la discusión mencionada al principio sobre si hace falta más inversión en innovación, o si hay que reformar primero el sistema, la respuesta que damos es: todas las anteriores. Es necesario aumentar el esfuerzo inversor, focalizándolo más para aumentar su eficiencia, y además, de forma complementaria, rediseñar el sistema actual de innovación en energía.
En concreto, en el informe recomendamos llevar a cabo un análisis estratégico de las prioridades en innovación, es decir, de las áreas en las que conviene especializarse en España. Unido a esto, es necesario promover un aumento de la inversión privada, acompañado de un mayor esfuerzo en impulsar colaboraciones público-privadas en la ejecución de la I+D. Además, apostamos por realizar un esfuerzo en la mejora del diseño institucional y en la promoción de ecosistemas innovadores y de emprendimiento. También sugerimos prestar atención a la coordinación entre política energética y políticas de innovación, y al diseño regulatorio del sector energético con vistas a incentivar la innovación. Por último, proponemos completar todo lo anterior con más actividades de educación y comunicación hacia la sociedad acerca de la importancia de la innovación en energía.
En estos momentos en los que es cada vez más imprescindible contar con energía limpia y barata, creemos que la innovación en energía es esencial, también para nuestro país. Además, este sector basado en el conocimiento ofrece grandes oportunidades para España, como creador de valor añadido sostenible basado en sus ventajas comparativas. Pero para poder aprovechar esta oportunidad y convertirnos en los líderes que podríamos ser, y que no fuimos, debemos también ser innovadores en la manera en la que diseñamos las políticas de apoyo a la innovación en energía.
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