Como ya he mencionado en mis últimas entradas, el impacto económico de la seguridad energética es muy considerable. Por ello, sería bueno valorar aquellas políticas que permitan aumentar la seguridad energética. Algunas de estas políticas pueden favorecer la obtención de otros objetivos energéticos, como la competitividad y la sostenibilidad. Sin embargo, en otros casos puede ir en su contra. Para una valoración completa de dichas políticas sería necesario un análisis de sus costes y beneficios.
Recordemos brevemente cuáles son aquellos hechos que definen la seguridad energética. En primer lugar, la oferta ininterrumpida de energía. Este es un aspecto especialmente importante en el suministro eléctrico. En los últimos años hemos visto como interrupciones en el suministro eléctrico han ocasionado enormes pérdidas económicas, tanto a la industria como a las familias. Y en segundo lugar, la volatilidad e incertidumbre en los precios energéticos. Este es un aspecto más relacionado con los combustibles fósiles. Los cambios repentinos en los precios energéticos crean distorsiones y desincentivan la inversión.
La eficiencia energética es una política fundamental para la mejora de la seguridad energética. Reducir el consumo energético manteniendo el bienestar de los hogares y la producción industrial beneficia a la seguridad pero también a la competitividad y la sostenibilidad. Las medidas para la mejora en eficiencia energética tienden a reducir el consumo de petróleo, gas y electricidad. El menor consumo eléctrico debería ayudar a evitar las interrupciones en el suministro, siempre y cuando se mantuviera la capacidad instalada. Por otra parte, la menor dependencia de los combustibles fósiles, reduciría los efectos negativos causados por la alta volatilidad en sus precios.
La promoción de las energías renovables también debería tener un efecto final positivo sobre la seguridad energética. Una mayor proporción de estas fuentes de energía en el mix eléctrico podría servir para reducir la dependencia en los combustibles fósiles. Hoy en día el coste de producción eléctrica mediante fuentes renovables sigue siendo superior a otras tecnologías convencionales. Sin embargo, su coste no es tan variable, lo que evita los costes derivados de la volatilidad e incertidumbre en los precios. Uno de los inconvenientes de las energías renovables es la variabilidad en la producción, lo que podría ocasionar interrupciones en el suministro. Este posible riesgo podría ser mitigado con una mejora en la tecnología de almacenamiento y una buena política de interconexiones. Por tanto, además de los efectos positivos sobre la sostenibilidad, las energías renovables afectan positivamente sobre la seguridad energética.
En los últimos meses, países como España, han aumentado las prospecciones de petróleo. Una de las razones que se han argumentado es que la producción de petróleo permitiría mejorar la seguridad energética. Está claro que si las prospecciones tienen éxito se reduciría la dependencia exterior, sin embargo, no se produciría ningún efecto sobre el precio final que pagan los consumidores. Tampoco afectaría a las fluctuaciones y la incertidumbre en los precios, la principal causa de la inseguridad energética.
Las políticas de eficiencia energética y la promoción de las energías renovables son medidas que favorecen la seguridad energética. Estas medidas favorecen la reducción del consumo de combustibles fósiles, y por tanto limitan los efectos negativos causados por la volatilidad de sus precios. Otras políticas, como promover la extracción local de combustibles fósiles, pueden reducir la dependencia exterior y tener efectos positivos sobre la economía, pero sus consecuencias sobre la seguridad energética son limitadas.
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