29 abril, 2014

Una recapitulación sobre las políticas de eficiencia energética.

A pesar de que existe un consenso unánime sobre la necesidad de adoptar medidas de eficiencia energética en el sector residencial, y de que la aplicación de políticas que promueven dichas acciones se lleva aplicando durante décadas -- lo que ha permitido adquirir una cierta experiencia y analizar algunos resultados -- se podría decir que a nivel académico continúa abierto el debate en torno a la forma más eficiente de promover la eficiencia energética. Si hace algunos meses hablábamos de los nuevos enfoques que se plantean para explicar la Paradoja de la Eficiencia Energética (aquí y aquí), -- base para el diseño de políticas-- este post pretende recopilar y contextualizar las principales líneas de debate en torno a las políticas de eficiencia energética, de las que ya hemos hablado en este blog de forma independiente.
Esta contextualización comienza por plantear una división de las políticas de eficiencia energética en función del horizonte temporal, pero también del objetivo y del diseño. Las políticas de eficiencia energética han consistido mayoritariamente en la aplicación de códigos y estándares que fijan un nivel mínimo de eficiencia energética que los productores deben garantizar; y también de instrumentos económicos, como impuestos y subvenciones con los que se pretende incentivar la adopción de medidas de eficiencia energética a través de cambios en los precios relativos de la energía. Sin embargo, ni los resultados obtenidos hasta el momento, ni los análisis realizados permiten concluir que estas políticas (a las que nos referimos como políticas convencionales) han sido eficientes.
El debate en torno a estas políticas se centra en los siguientes argumentos: con respecto a los códigos o estándares, se cuestiona su eficiencia, en especial sobre los vehículos en los EE.UU. Este tipo de medidas se caracterizan por un grado de flexibilidad muy bajo que provoca un coste de implantación muy alto. A diferencia de otros instrumentos más recientes, como los permisos de emisión, el productor para el cual el coste de implantación sea muy alto, no tiene otra opción de mercado. Además, en la justificación de este tipo de instrumentos está implícito que los consumidores no valoran la eficiencia energética. Este supuesto centra en la actualidad parte del debate, ya que existen evidencias empíricas que demuestran lo contrario, lo que supondría que esta política no es la más eficiente.
Con respecto a los instrumentos de precios varios son los aspectos que más atención reciben. En primer lugar, existe un numeroso grupo de investigadores que tratan de estimar la elasticidad precio de la demanda de electricidad en el sector residencial. Esto consiste en determinar si el consumo eléctrico disminuye cuando aumentan los precios de la electricidad, y en qué magnitud. Este debate parece haber conseguido alcanzar un consenso, que muestra que al contrario de que lo se esperaba, el consumo eléctrico residencial es muy poco sensible a cambios en el precio, o lo que es lo mismo, la demanda eléctrica residencial es muy inelástica, los consumidores no son capaces de adaptar su consumo cuando se produce un incremento de precios. Este hecho explicaría que a pesar del constante aumento de los precios de la energía, el consumo continúe aumentando. Existe otra limitación a la que los impuestos tienen que hacer frente, y es el creciente problema de la pobreza energética, que hace que debido al alto número de hogares que no pueden hacer frente a los gastos energéticos, los gobiernos no tengan margen para controlar la demanda energética mediante aumentos de precios. Por otro lado, la eficiencia de las subvenciones también está muy cuestionada. A pesar de que numerosas encuestas muestran que el precio inicial es el determinante principal para adquirir un producto, lo que justifica el uso de subvenciones, estas están generalmente asociadas con dos problemas: la existencia de free-riders, es decir, consumidores que hubieran invertido en eficiencia energética sin la subvención; y los efectos rebote, es decir, el aumento del consumo energético como resultado de un menor coste relativo. Una parte de la literatura se centra en la actualidad en estimar el tamaño de estos dos problemas, que determinan la eficiencia de los fondos destinados.

A estas cuestiones se suma la reciente y creciente contribución de la economía del comportamiento a este campo, que cuestiona los supuestos de la elección racional y la información perfecta sobre los que se basa el diseño de los instrumentos convencionales. Todos ellos pueden contribuir a que las políticas convencionales no hayan alcanzado los resultados esperados, y se haya recurrido a nuevas alternativas. Una de ellas son los instrumentos de información que durante la última década han recibido mucha atención y se han difundido con mucha rapidez. Los instrumentos de información son una medida complementaria a los instrumentos convencionales, y a la vez necesaria para que estos tengan los resultados esperados. Pretenden eliminar los problemas de información y parte de los problemas de comportamiento que generalmente son observados en el mercado, y que hasta el momento no habían ocupado un papel destacado en el diseño de políticas. Existen diferentes vías para suministrar esa información. A pesar de que cada una de ellas tiene un objetivo concreto y diferente, y parten de diferentes supuestos, hemos decidido considerarlas y agruparlas bajo el epígrafe de instrumentos de información, ya que todas ellas incentivan la adopción de medidas de eficiencia energética mediante el suministro de información. Estas son:
  • Certificados o etiquetas de eficiencia energética.
  • Contadores inteligentes.
  • Facturas informativas.
  • Auditorias energéticas.
Repasamos muy brevemente los objetivos así como los beneficios y los inconvenientes de cada alternativa.
     1)    Certificados o etiquetas de eficiencia energética. Como ya hemos explicado repetidas veces en este blog, tienen el objetivo de que los consumidores dispongan de información rápida, fiable y sin coste, y comparativa sobre el rendimiento energético futuro de una vivienda, electrodoméstico o vehículo. De esta forma, el individuo puede incorporar esa información entre sus preferencias, eliminando el problema de la información incompleta, asimétrica, costosa y algunos problemas de comportamiento como la capacidad cognitiva limitada, o la utilización de reglas heurísticas para tomar decisiones complejas. De forma indirecta, los certificados crearán incentivos para que los propietarios inviertan en eficiencia energética con el objetivo de revalorizar sus propiedades (ver evidencias empíricas aquí). El principal inconveniente tiene que ver con su magnitud de actuación, que solo afecta a las viviendas que se alquilen o vendan, pero no al resto.
     2)   Uno de los objetivos de los contadores inteligentes consiste en que los consumidores conozcan con exactitud cuál es el consumo que están realizando en tiempo real. Esto les permitirá ajustar el uso de los electrodomésticos de forma más eficiente. En el caso de los contadores inteligentes el objetivo último es combinar el efecto de la información con la posibilidad de introducir diferentes tarifas según el momento del día en el que se consuma (lo más próximo posible al tiempo real), de forma que el consumo eléctrico se traslade de los llamados momentos picos (donde abastecer la demanda supone un coste mayor) a los momentos valle (en los que el coste de generación es menor) de forma que el conjunto del sistema tenga un coste menor (ver evidencias empíricas aquí). El principal inconveniente de este sistema tiene que ver con aspectos de privacidad, ya que los hábitos energéticos de una vivienda son un claro indicador de la actividad que se produce en la vivienda, y el uso de la información que las compañías eléctricas puedan hacer.
    3)   Otra de las vías para reducir el consumo energético consiste en suministrar una determinada información sobre el consumo energético en la factura. En inglés se utiliza el término billing information. En particular, se trata de que la factura contenta información sobre la evolución en el tiempo del consumo propio, y también con relación a un consumidor estándar. El objetivo principal es que el consumidor compare su consumo energético con una referencia, de forma que sepa si está consumiendo más o menos que el resto de individuos, y en los casos en los que consume más, lo reduzca por la presión de las normas sociales (ver evidencias empíricas aquí). Más que inconvenientes, se plantean cuestiones como la efectividad de esta medida, ya que los hábitos adoptados podrían tener una duración limitada en el tiempo.
      4)    Por último, el objetivo de las auditorias energéticas es informar al consumidor sobre el ahorro energético que se podría conseguir mediante unas determinadas acciones. El claro inconveniente de este instrumento de información es el coste de realizar las auditorias. En algunos casos, como sucede en el sector industrial, estas auditorias se realizan de forma gratuita por el gobierno sobre un número limitado de empresas de un determinado sub-sector, para que sirva de ejemplo al resto de empresas del mismo sub-sector de las posibilidades que existen.
   Así como la evaluación de las políticas convencionales no permite obtener resultados concluyentes, la evaluación empírica de los instrumentos de información se encuentra en su primera fase, en muchas ocasiones solo de experimentación. Los estudios realizados hasta el momento están sujetos a la falta de datos o se limitan a realizar experimentos de campo. Aunque aún es pronto para extraer conclusiones sobre la efectividad, en su mayoría encuentran efectos positivos sobre la eficiencia energética. Parece obvio, por lo tanto,  que la solución para promover la difusión de la eficiencia energética en el sector residencial pasará por combinar y complementar todas estas políticas de forma coordinada mediante paquetes de políticas públicas. 

1 comentario:

  1. Tema muy muy interesante del cual estamos nosotros haciendo una implementación en un determinado segmento de mercado, incorporando un nuevo modelo de integración, comunicación y colaboración y bajo un objetivo como el NZ que suma eficiencia y producción propia.

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