A pesar de que existe un consenso unánime sobre la necesidad de adoptar
medidas de eficiencia energética en el sector residencial, y de que la aplicación
de políticas que promueven dichas acciones se lleva aplicando durante décadas
-- lo que ha permitido adquirir una cierta experiencia y analizar algunos resultados
-- se podría decir que a nivel académico continúa abierto el debate en torno a
la forma más eficiente de promover la eficiencia energética. Si hace algunos
meses hablábamos de los nuevos enfoques que se plantean para explicar la
Paradoja de la Eficiencia Energética (aquí y aquí), -- base para el diseño de políticas-- este
post pretende recopilar y contextualizar las principales líneas de debate en
torno a las políticas de eficiencia energética, de las que ya hemos hablado en este blog de forma independiente.
El debate en torno a estas políticas se centra en los siguientes
argumentos: con respecto a los códigos o estándares, se cuestiona su eficiencia,
en especial sobre los vehículos en los EE.UU. Este tipo de medidas se
caracterizan por un grado de flexibilidad muy bajo que provoca un coste de
implantación muy alto. A diferencia de otros instrumentos más recientes, como
los permisos de emisión, el productor para el cual el coste de implantación sea
muy alto, no tiene otra opción de mercado. Además, en la justificación de este
tipo de instrumentos está implícito que los consumidores no valoran la
eficiencia energética. Este supuesto centra en la actualidad parte del debate,
ya que existen evidencias empíricas que demuestran lo contrario, lo que
supondría que esta política no es la más eficiente.
Con respecto a los instrumentos de precios varios son los aspectos que más
atención reciben. En primer lugar, existe un numeroso grupo de investigadores
que tratan de estimar la elasticidad precio de la demanda de electricidad en el
sector residencial. Esto consiste en determinar si el consumo eléctrico disminuye
cuando aumentan los precios de la electricidad, y en qué magnitud. Este debate
parece haber conseguido alcanzar un consenso, que muestra que al contrario de
que lo se esperaba, el consumo eléctrico residencial es muy poco sensible a
cambios en el precio, o lo que es lo mismo, la demanda eléctrica residencial es
muy inelástica, los consumidores no son capaces de adaptar su consumo cuando se
produce un incremento de precios. Este hecho explicaría que a pesar del
constante aumento de los precios de la energía, el consumo continúe aumentando.
Existe otra limitación a la que los impuestos tienen que hacer frente, y es el
creciente problema de la pobreza energética, que hace que debido al alto número
de hogares que no pueden hacer frente a los gastos energéticos, los gobiernos
no tengan margen para controlar la demanda energética mediante aumentos de
precios. Por otro lado, la eficiencia de las subvenciones también está muy
cuestionada. A pesar de que numerosas encuestas muestran que el precio inicial
es el determinante principal para adquirir un producto, lo que justifica el uso
de subvenciones, estas están generalmente asociadas con dos problemas: la
existencia de free-riders, es decir,
consumidores que hubieran invertido en eficiencia energética sin la subvención;
y los efectos rebote, es decir, el aumento del consumo energético como resultado
de un menor coste relativo. Una parte de la literatura se centra en la
actualidad en estimar el tamaño de estos dos problemas, que determinan la
eficiencia de los fondos destinados.
A estas cuestiones se suma la reciente y creciente contribución de la
economía del comportamiento a este campo, que cuestiona los supuestos de la
elección racional y la información perfecta sobre los que se basa el diseño de
los instrumentos convencionales. Todos
ellos pueden contribuir a que las políticas convencionales no hayan alcanzado
los resultados esperados, y se haya recurrido a nuevas alternativas. Una de
ellas son los instrumentos de información que durante la última década han recibido
mucha atención y se han difundido con mucha rapidez. Los instrumentos de
información son una medida complementaria a los instrumentos convencionales, y
a la vez necesaria para que estos tengan los resultados esperados. Pretenden
eliminar los problemas de información y parte de los problemas de
comportamiento que generalmente son observados en el mercado, y que hasta el
momento no habían ocupado un papel destacado en el diseño de políticas. Existen
diferentes vías para suministrar esa información. A pesar de que cada una de
ellas tiene un objetivo concreto y diferente, y parten de diferentes supuestos,
hemos decidido considerarlas y agruparlas bajo el epígrafe de instrumentos de
información, ya que todas ellas incentivan la adopción de medidas de eficiencia
energética mediante el suministro de información. Estas son:
- Certificados o etiquetas de eficiencia energética.
- Contadores inteligentes.
- Facturas informativas.
- Auditorias energéticas.
1) Certificados
o etiquetas de eficiencia energética. Como ya hemos explicado repetidas veces
en este blog, tienen el objetivo de que los consumidores dispongan de
información rápida, fiable y sin coste, y comparativa sobre el rendimiento energético
futuro de una vivienda, electrodoméstico o vehículo. De esta forma, el
individuo puede incorporar esa información entre sus preferencias, eliminando
el problema de la información incompleta, asimétrica, costosa y algunos
problemas de comportamiento como la capacidad cognitiva limitada, o la
utilización de reglas heurísticas para tomar decisiones complejas. De forma
indirecta, los certificados crearán incentivos para que los propietarios inviertan
en eficiencia energética con el objetivo de revalorizar sus propiedades (ver evidencias empíricas aquí). El
principal inconveniente tiene que ver con su magnitud de actuación, que solo
afecta a las viviendas que se alquilen o vendan, pero no al resto.
2) Uno
de los objetivos de los contadores inteligentes consiste en que los
consumidores conozcan con exactitud cuál es el consumo que están realizando en
tiempo real. Esto les permitirá ajustar el uso de los electrodomésticos de
forma más eficiente. En el caso de los contadores inteligentes el objetivo
último es combinar el efecto de la información con la posibilidad de introducir
diferentes tarifas según el momento del día en el que se consuma (lo más
próximo posible al tiempo real), de forma que el consumo eléctrico se traslade
de los llamados momentos picos (donde abastecer la demanda supone un coste
mayor) a los momentos valle (en los que el coste de generación es menor) de
forma que el conjunto del sistema tenga un coste menor (ver evidencias empíricas aquí). El principal
inconveniente de este sistema tiene que ver con aspectos de privacidad, ya que
los hábitos energéticos de una vivienda son un claro indicador de la actividad
que se produce en la vivienda, y el uso de la información que las compañías
eléctricas puedan hacer.
3) Otra
de las vías para reducir el consumo energético consiste en suministrar una
determinada información sobre el consumo energético en la factura. En inglés se
utiliza el término billing information.
En particular, se trata de que la factura contenta información sobre la
evolución en el tiempo del consumo propio, y también con relación a un
consumidor estándar. El objetivo principal es que el consumidor compare su
consumo energético con una referencia, de forma que sepa si está consumiendo
más o menos que el resto de individuos, y en los casos en los que consume más,
lo reduzca por la presión de las normas sociales (ver evidencias empíricas aquí). Más que inconvenientes, se
plantean cuestiones como la efectividad de esta medida, ya que los hábitos
adoptados podrían tener una duración limitada en el tiempo.
4) Por
último, el objetivo de las auditorias energéticas es informar al consumidor
sobre el ahorro energético que se podría conseguir mediante unas determinadas
acciones. El claro inconveniente de este instrumento de información es el coste
de realizar las auditorias. En algunos casos, como sucede en el sector
industrial, estas auditorias se realizan de forma gratuita por el gobierno
sobre un número limitado de empresas de un determinado sub-sector, para que
sirva de ejemplo al resto de empresas del mismo sub-sector de las posibilidades
que existen.
Así como la evaluación de las políticas
convencionales no permite obtener resultados concluyentes, la evaluación
empírica de los instrumentos de información se encuentra en su primera fase, en
muchas ocasiones solo de experimentación. Los estudios realizados hasta el
momento están sujetos a la falta de datos o se limitan a realizar experimentos
de campo. Aunque aún es pronto para extraer conclusiones sobre la efectividad,
en su mayoría encuentran efectos positivos sobre la eficiencia energética. Parece
obvio, por lo tanto, que la solución para
promover la difusión de la eficiencia energética en el sector residencial pasará
por combinar y complementar todas estas políticas de forma coordinada mediante
paquetes de políticas públicas.
Tema muy muy interesante del cual estamos nosotros haciendo una implementación en un determinado segmento de mercado, incorporando un nuevo modelo de integración, comunicación y colaboración y bajo un objetivo como el NZ que suma eficiencia y producción propia.
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