Hace unas semanas analizábamos con un post un artículo publicado en ‘The economist’ relacionado con un posible cambio en las preferencias de la sociedad en cuanto al uso del tiempo libre. En ese artículo se presentaban la difusión de medios de comunicación modernos y el aumento de las compras online como posibles causantes de la reducción de los desplazamientos de personas por carretera, además de la crisis. Este cambio de tendencias es importante desde el punto de vista de la política pública que tiene que ver con el diseño de políticas para reducir las emisiones de CO2 procedentes de los coches. Pues bien, un nuevo artículo publicado en el mismo medio se hace eco de la posibilidad de que los países industrializados hayan alcanzado un pico o punto de saturación, tanto en el número de adquisición de vehículos como de kilómetros recorridos por vehículo.
En este artículo, se presentan una serie de datos que defienden la hipótesis de que el actual descenso del tráfico por carretera no se debe, única y exclusivamente, a la crisis y al alza del precio de los carburantes, y que por lo tanto, no volverá a su senda anterior al final de la crisis. Entre las razones que se aportan en el artículo, se encuentra en primer lugar, el retraso en la edad de obtención del carnet de conducir en países como EE.UU, Reino Unido, Canadá o Francia. Los datos de diferentes encuestas muestran que la adquisición de un vehículo ya no es prioritaria para los jóvenes, frente a otros productos o servicios. En contrapartida, los datos que usan para elaborar este artículo, muestra un aumento en la edad de los conductores, refiriéndose al hecho de que las personas adultas conducen durante más años. El artículo señala que la combinación de estos dos hechos, hace que el número absoluto de vehículos se mantenga constante, mientras el número de kilómetros recorridos disminuya, dado que los conductores de edad avanzada realizan trayectos más cortos. Sin embargo, sería necesario analizar hasta qué punto estos cambios sociales están impulsados a su vez por el aumento del paro juvenil y la necesidad de posponer la edad de jubilación, causados por la crisis. Esta misma razón podría explicar el gran aumento de las iniciativas privadas para compartir coche que surgieron durante los último años en internet, y al que también se hace referencia en el artículo.
Sin embargo, no son consecuencia de la crisis los movimientos migratorios de las zonas rurales a las ciudades que llevan produciéndose desde hace décadas. Dado que en las ciudades existen múltiples alternativas de transporte público y la oferta de servicios es mayor, las necesidades de desplazarse en un vehículo propio son menores, lo que lleva a los ciudadanos a prescindir del coche. Esta es, junto a la obtención del nivel máximo de kilómetros que los ciudadanos están dispuestos a recorrer para ir a trabajar, otra de las razones que se apuntan en el artículo para argumentar que el mercado de los automóviles no seguirá creciendo en los países industrializados y que la compra de coches se debe mayoritariamente a motivos de sustitución.
En cualquiera de los casos, y como apuntábamos en el post anterior, es importante estar atento a estos cambios en las preferencias de la sociedad, a la hora de implantar o diseñar futuras políticas dirigidas a la reducción de las emisiones. Además, el artículo apunta otras consecuencias más inmediatas que también han de ser valoradas por los gobiernos. Por ejemplo, las decisiones sobre inversión en más infraestructuras para coches, como carreteras o parkings; o los propios ingresos procedentes de impuestos sobre la adquisición de vehículos, carburantes, aparcamientos urbanos, etc.
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