14 septiembre, 2012

¿Cuál es el futuro de las negociaciones del clima en el mundo árabe?

Quedan pocas semanas para la celebración de la cumbre sobre el Cambio Climático de Doha. Esta importante conferencia se llevará a cabo por primera vez en el Oriente Medio, en un país que presenta la tasa de emisiones de carbono per cápita más alta del mundo. La reunión masiva que se llevará a cabo entre el 26 de noviembre y el 7 de diciembre de este año será la primera en la era Post-Durban (Véase nuestra entrada sobre los resultados de Durban aquí) de las negociaciones internacionales del clima, en la cual los países en desarrollo tendrán que aumentar la altura de sus responsabilidades en el proceso de política climática global. Este evento tendrá, no sólo el apoyo logístico y de infraestructura del país anfitrión, sino también la diplomacia visionaria y capacidad técnica que corresponda, por lo menos, a la que México mostró en la COP 16 de la UNFCCC en Cancún 2010. Este evento será una gran oportunidad para los países árabes, y especialmente para el CCG (Consejo de Cooperación del Golfo) para mostrar su compromiso con la acción climática, poniendo de relieve las grandes inversiones y programas de mitigación y adaptación al cambio climático en la región. 
Es obvio ahora que el mundo de las políticas de cambio climático no será el mismo respecto a como lo conocíamos en los últimos 20 años. COP 17 de Durban ha terminado con la diferenciación entre los países desarrollados y en desarrollo en términos de obligaciones climáticas. Es sólo una cuestión de tiempo, e insistencia en las negociaciones, hasta que los países en desarrollo (incluidos los países árabes de Arabia Saudí a Mauritania) tendrán que desarrollar políticas adecuadas del clima.
Los países árabes han estado escondidos durante siglos bajo el lema de "responsabilidades comunes pero diferenciadas" para rehuir de las obligaciones relativas al cambio climático, pero ahora tienen que despertar para hacer frente a un nuevo mundo. Un mundo donde la ventana para conseguir limitar el aumento de la temperatura global a 2ºC está a punto de ‘cerrarse para siempre’ (véase una entrada aquí). Frente a este desafío, la mayoría de los Estados petroleros han adoptado una política negativa en las negociaciones sobre el clima en los últimos años, tratando de retrasarlas mediante la interrupción de cualquier plan, sin ofrecer propuestas positivas y alternativas. Sin embargo, el aplazamiento del problema no se soluciona o elimina su presencia. Una participación positiva en las negociaciones es la mejor manera de llegar a acuerdos para apoyar los derechos de los países árabes productores de petróleo, en una suave transición hacia una economía baja en carbono para afrontar los retos del cambio climático.
Todos los estudios fiables, especialmente un informe científico emitido por el Foro Árabe para el Medio Ambiente y el Desarrollo en 2009, mostraron que los países árabes son las áreas más vulnerables a los efectos del potencial del cambio climático, en particular la escasez de agua, la disminución de la producción de alimentos,  el aumento del nivel del mar y el deterioro de la salud humana. Para que los países árabes se beneficiasen de las ayudas de apoyo técnico y financiero internacional necesarios para la adaptación a los impactos del cambio climático, deberían desempeñar un papel positivo para contribuir a los trabajos internacionales para llegar a acuerdos serios.
Las dos últimas Conferencias COPs de la UNFCCC han reforzado la necesidad de desarrollar lo que se llama las acciones nacionales apropiadas de mitigación (NAMAs, por sus siglas en inglés), que deberán incluir planes específicos para mitigar las emisiones de gases de efecto invernadero de los países en vías de desarrollo, sin perjuicio de sus propias condiciones socio-económicas y la disponibilidad de financiamiento, así como de la transferencia de tecnología de los países desarrollados y de los propios recursos de los países en desarrollo. Los estados árabes tienen que formar parte de esta tendencia global, poniendo metas de racionalización de la producción y consumo de energía, unido a un calendario específico. Los países árabes podrían, por ejemplo, fijar una meta para mejorar la eficiencia energética en 2020, como una tasa anual, y trabajar para alcanzar esta meta acordada internacionalmente.
En cuanto a las energías renovables, a pesar de la creencia popular de que son caras, hoy en día están entre las tecnologías más desarrolladas del mundo, llegando a inversiones de hasta  256 millones de dólares en 2011, lo que equivale a seis veces lo invertido en 2004 a nivel mundial. En 2010 se duplicó la oferta de energía renovable hasta el 16,7% del consumo mundial, y al final de 2011 ésta superó en un 8% la del año anterior.
Los estados árabes no son ajenos a esta tendencia, y tienen muchos éxitos en este campo que podrían presentar en la cumbre de Doha. Por ejemplo, Arabia Saudí anunció un ambicioso plan para producir 41 GW de energía solar para el año 2032, por lo que está compitiendo con los países más avanzados en este campo. Se invirtieron miles de millones de dólares para construir varias centrales solares que producen entre 60 y 600 MW en los Emiratos Árabes Unidos, Kuwait, Omán, Argelia, Jordania, Marruecos y Túnez. Egipto se ha comprometido a producir el 20% de su electricidad a partir de energías renovables para el año 2020, incluyendo 7.200 MW de eólica.
Todas las previsiones apuntan a que la cuota de energía renovable alcanzará el 50% a nivel mundial en 2050. No se puede negar que los estados árabes exportadores de petróleo tendrán que estar preparados para hacer frente a esta situación, lo que se traducirá en una disminución de los ingresos reales per cápita. Entonces, ¿que  se requiere de estos países con el fin de mantener un nivel de bienestar para sus pueblos y cumplir con sus obligaciones para el apoyo de programas de desarrollo en la región? ¿La política de desactivar los acuerdos contribuirá a resultados útiles? 
Por ello, los países productores de petróleo tendrían que diversificar sus economías para aliviar la dependencia casi total del petróleo, y reinvertir los ingresos del petróleo en la obtención y fabricación de nuevas tecnologías a nivel local, y, finalmente, invertir en energías renovables, no sólo para el consumo interno, sino también para la exportación. Debido a que estos programas adquieren un gran volumen de fondos, los países árabes exportadores de petróleo, y todos los países en desarrollo, necesitan negociar durante un período de transición fórmulas y soluciones costo eficientes para la realización y la financiación de programas con el objetivo de cambiar a economías bajas en carbono. 

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