02 marzo, 2015

Más aspectos del comportamiento de los hogares que podrían afectar al nivel de inversión en eficiencia energética.

Entre las explicaciones que generalmente se encuentran para entender la falta de inversión en eficiencia energética por parte de los hogares está la incertidumbre. Por ejemplo, a la hora de adquirir aparatos eléctricos más eficientes o realizar obras de aislamiento, los consumidores se enfrentan a una serie de inseguridades relacionadas con el ahorro final que van a conseguir, el correcto funcionamiento de una nueva tecnología, generalmente más moderna, e incluso la evolución de los precios de la energía, que determinará el retorno de dicha inversión. En esta situación, es de esperar que aquellos consumidores más adversos al riesgo prefieran no invertir en eficiencia energética, lo que explicaría la aparente falta de inversión en este mercado. A pesar de que muchos investigadores han identificado la incertidumbre como una de las principales barrera de mercado, hasta el momento existen muy pocas evidencias empíricas sobre dicha hipótesis.

El experimento que realizaron en 2014 Qiu y otros investigadores en Arizona y California es una de esas pocas investigaciones que trataron de medir si las preferencias de los consumidores ante el riesgo están realmente relacionadas con las decisiones sobre eficiencia energética. Para ello, los autores realizaron una encuesta a través de internet a 432 propietarios de viviendas residenciales. En la primera parte de ese cuestionario se midieron las preferencias ante el riesgo de cada hogar. Para ello se utilizó una metodología que consiste en presentar al individuo una serie de loterías que se diferencian entre ellas por el valor esperado del premio y por el riesgo asociado, entre las que éste ha de elegir. Un punto muy interesante de este experimento es que debido a que existen evidencias de que las preferencias ante el riesgo dependen del contexto, las loterías utilizadas en este experimento, consistieron en dos electrodomésticos que se diferencian solo por el ahorro energético potencial a lo largo de la vida útil del aparato. Pinchando sobre el siguiente cuadro se pueden ver las alternativas entre las que el individuo tiene que elegir, opción A o B.


Como se observa en el cuadro, el valor esperado de la opción A es inicialmente mayor que el de la opción B, pero a medida que uno se mueve hacia abajo en la tabla, el ahorro esperado del electrodoméstico correspondiente a la opción B se va haciendo más y más grande que el correspondiente a la opción A. De esta forma, un individuo neutral al riesgo debería cambiar de la opción A a la B en la elección número 5, cuando el valor esperado de la opción A deja de ser mayor que el de la opción B. Sin embargo, los individuos amantes del riesgo deberían cambiar de la opción A a la B entre las elecciones 1 a la 4, mientras que los individuos adversos al riesgo deberían de hacerlo después de la elección número 5.

En la segunda parte del cuestionario se presentaron preguntas relacionadas con la energía, entre las que se incluyeron las características de sus casas, las adquisiciones previas de electrodomésticos, así como las reformas realizadas, y sus motivos y actitudes con respecto a la eficiencia energética. Es Importante señalar que entre estas preguntas también se averiguo  si la familia pensaba mudarse en los próximos cinco años y cuánto tiempo llevaba viviendo en esa casa.

Una vez recogida toda esta información, los investigadores aplicaron diferentes modelos econométricos y determinaron que aquellos consumidores más adversos al riesgo tienen menos probabilidad de adoptar medidas tecnológicas de eficiencia energética, excepto para el caso de los aparatos de aire acondicionado. Por lo tanto, confirmaron la hipótesis de que la incertidumbre que existe en el mercado de la eficiencia energética en el sector residencial supone una barrera de mercado que impide su correcta difusión. Este trabajo contribuye así al análisis del comportamiento de los hogares en relación a la eficiencia energética, que como ya comentaba Pedro en su última entrada en este blog, abre muchas posibilidades para diseñar políticas públicas alternativas para aquellos casos en los que los instrumentos de precios presentan limitaciones. 

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