La semana pasada tuvo lugar una nueva edición, la cuarta, del workshop anual organizado por Economics for Energy en colaboración con la Fundación Ramón Areces. Cita en la que expertos de primer nivel internacional; responsables empresariales, políticos y académicos de prestigio debaten sobre los desafíos relacionados con la economía de la energía. En esta entrada queremos ofrecer, a modo de resumen, el desarrollo de la primera jornada, en la que se trataron temas relacionados con la demanda y eficiencia energética, la seguridad energética, así como las políticas climáticas y energéticas.
Por su parte, Michael Hanemann, de Arizona State University y Berkeley, analizó las dificultades para estimar la función de demanda de energía. Así, considera que es importante conocer si esta demanda es estable o varía con el tiempo (con o sin intervención política). Especialmente en el caso de la demanda residencial y comercial, ya que para la mayoría de los hogares, su consumo de energía es invisible y además realizan dicho consumo, generalmente, a través de la estructura de su vivienda y sus electrodomésticos (por lo que se trata de un consumo que, aunque controlable, puede no ser fácil de modificar inmediatamente). Otro problema a la hora de estimar la demanda es la falta de datos adecuados, así como definir el objetivo de las políticas de reducción de la demanda: moverse por una curva de demanda dada o modificar dicha curva. Explicó que la clave para estudiar la demanda de energía residencial es descomponerla, lo que se puede hacer por uso final o condicionada al tipo de vivienda, al tipo de usuario o a determinados eventos (cambio de propiedad, intervención política, etc.). En el enfoque convencional para estudiar dicha demanda se considera que el consumidor está constantemente reoptimizando su consumo en función de las circunstancias. Hanemann propone como alternativa centrarse en modelizar cuándo y cómo se modifica la demanda. Así, puso el ejemplo de California como uno de los lugares pioneros en cuestiones de regulación energética. Ya que en los años ochenta creó una cultura de eficiencia energética, lo que provocó un desplazamiento de su curva de demanda de energía. Su conclusión fue que se necesitan datos más desagregados para poder entender qué está pasando con el consumo energético, lo que permitirá formular adecuadamente políticas concretas para reducir dicho consumo.
Bajo el título, "El impacto geopolítico del petróleo y gas natural no convencionales", Mariano Marzo, de la Facultad de Geología de la Universidad de Barcelona, abrió el segundo bloque dedicado a seguridad energética. En esta intervención el profesor Marzo presentó las prospectivas de producción de shale gas y shale oil que existirían para los próximos años. En primer lugar presentó el shale gas como el responsable de un cambio drástico en el mapa global de la energía, en el que los países importadores más destacados se están convirtiendo en exportadores. Un ejemplo es el caso de EEUU, en donde el shale gas ya representa un 39% de la producción de gas. Por otra parte, los países con una larga tradición como exportadores se están convirtiendo en los principales responsables del crecimiento global de la demanda de energía. El profesor Marzo considera que si la demanda mundial de energía continúa creciendo, será necesaria más y más energía procedente de fuentes no-convencionales. Este hecho está dando lugar a la creación de una importante industria regional tanto en los EEUU como en Canadá, al tiempo que la energía no-convencional se convierte en convencional. A pesar de las barreras que existen para la extracción de shale gas (industria y servicios, gasoductos, complejidad geológica, etc.), el resultado de esta tendencia es que el hemisferio occidental está alcanzando la suficiencia energética, mientras que se prevé que para 2035 España tenga un 100% de dependencia de gas y petróleo del exterior y Europa un 90%.
Por su parte, David Robinson, del Oxford Institute for Energy Studies y consultor economista especializado en política pública y estrategia corporativa en el sector energético, centró su presentación en la situación de EEUU y China. Siguiendo la línea de la presentación anterior, David Robinson apuntaba que, a pesar de que China se está convirtiendo en el consumidor energético más grande del mundo, este país todavía produce el 90% de lo que consume, mientras que los EEUU solo el 80%. La presentación consistía en tres ideas fundamentales: China podría beneficiarse de la revolución energética del shale gas en EEUU, ya que no se trata de un juego de suma cero; la importancia de los mercados para garantizar la seguridad energética más que la política y; los gobiernos son la pieza central para regular los mercados, ya que pueden eliminar los fallos de mercado. A continuación señaló que mientras que la revolución estadounidense del shale gas podría tener diferentes implicaciones positivas (como ayudar a controlar los aumentos de precios del petróleo o transferir tecnología de la producción de shale gas) y negativas (ya que también podrían pasar a estar interesado en mantener precios del petróleo altos además de que podría haber consecuencias geopolíticas en el Oriente Medio), otras cosas no cambiarían: los EEUU continuarán siendo gran importador de petróleo, y por lo tanto, continuará dependiendo mucho de los mercados internacionales. Además, los combustibles fósiles seguirán siendo la fuente fundamental de energía en el mundo. Por la contra, China podría estar sufriendo ahora las preocupaciones que tuvo EEUU después de 1973, además del problema de la contaminación local, lo que está impulsando el desarrollo de las energías renovables en este país. Sin embargo, se podría beneficiar del desarrollo del shale gas en EEUU, ya que podría limitar el riesgo asociado a los precios del petróleo. Podría usar las tecnologías del shale gas, y por último, el crecimiento económico de los EEUU podría tener un efecto positivo sobre las exportaciones chinas.
La temática de la última sesión giró entorno a políticas de energía y clima, y estuvo compuesta por las conferencias de los profesores Zhang Xiliang y Ottmar Edenhofer. El Dr Xiliang, de la Tsinghua University en Beijin, China, disertó en su presentación titulada “Incentivos de China para una energía sostenible y un desarrollo bajo en carbono” sobre cuatro ejes principales. Primero, una descripción del contexto actual chino caracterizado, por el lado de la demanda: por un crecimiento alto y sostenido del consumo energético debido a su industria y a sus niveles de urbanización y motorización; y por el lado de la oferta: por restricciones del suministro energético doméstico y la no disposición de recursos baratos. La contaminación y la vulnerabilidad geográfica del país determinan el interés de China por mitigar el cambio climático, lo que respondería más a un interés estratégico que a la presión internacional. En segundo lugar, se analizaron los resultados del Eleventh Five-Year Plan (11th FYP) para el período 2006-10. Seguidamente, se presentó el plan vigente para 2011-2015, 12th FYP, donde destaca el proyecto piloto de un mercado de derechos de emisiones de carbono a nivel de ciudades y provincias. La charla concluyó con las principales reformas y directrices establecidas en el tercer pleno del partido comunista, en las que los instrumentos de mercado incrementarán su papel en el proceso de descarbonización del país.
El Dr Edenhofer, del Posdam Institute for Climate Impact Research (PIK) y lider del Grupo de Trabajo III (Mitigación del Cambio Climático) en el IPCC, presentó “Cerrando la brecha de los precios de emisión”, partiendo de la idea de que el problema climático es un problema por el lado de la oferta. Si se ambiciona una política climática internacional, ésta tiene que estar arraigada en las ambiciones de cada país, teniendo en cuenta que las políticas climáticas nacionales se integran dentro de preocupaciones más amplias de política pública. Esto hace necesario un enfoque nacional de dividendo múltiple para el precio del carbono. Este enfoque puede que no nos lleve a un precio del carbono óptimo desde el punto de vista global, pero ayudará a cerrar la brecha y a avanzar en las negociaciones internacionales. El punto de partida sería un impuesto establecido por la teoría de la tributación óptima. La introducción de impuestos pigouvianos tendría que internalizar los impactos climáticos nacionales. La mejora en la eficiencia macroeconómica vendría invirtiendo lo recaudado en las áreas con un mayor retorno social. Entre los co-beneficios, la reducción de emisiones de CO2 mitigaría el cambio climático, y podría haber sinergias positivas en otros ámbitos como la polución del aire y los spillovers tecnológicos.
Una vez más, todas las intervenciones anteriormente resumidas tuvieron espacio para el debate entre ponentes y demás asistentes. Resultando una jornada muy fructífera en intercambio de ideas y opiniones sobre temas relacionados con la economía de la energía.
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