10 junio, 2011

Emisiones de CO2, cambio climático y tecnologías

La Agencia Internacional de la Energía (IEA) anunció el mes pasado que, de acuerdo con las últimas estimaciones, las emisiones de CO2 en 2010 fueron las más altas de la historia. Estas alcanzaron el nivel de 30,6 Gigatoneladas (Gt), un 5% superiores al record anterior en 2008. Este fuerte rebote se explica por el auge de las economías emergentes con mayor dependencia del carbón. Además, IEA estima que el 80 % de las emisiones de CO2 que se esperan para 2020, ya están comprometidas con las instalaciones actuales y las que se encuentran en construcción. Estos datos muestran la dificultad que plantea alcanzar los objetivos fijados en la cumbre mundial contra el cambio climático celebrada en Cancún en diciembre de 2010 que acordó el objetivo de limitar el incremento de la temperatura a 2°C, limitando la concentración de los Gases de Efecto Invernadero (GEI) a 450ppm (partes por millón).
La IEA, en el Wold Energy Outlook (WEO) de 2010 ya estudió el llamado escenario “450”, en el que se cumpliría la meta de 2ºC. Para ello, anunciaban, se “requeriría un esfuerzo fenomenal en cuestión de políticas por parte de los gobiernos del mundo”, pues la tasa de disminución de la intensidad de carbono (cantidad de CO2 emitida por dólar de PIB) entre 2008 y 2020 debería ser el doble de lo que bajo entre 1990 y 2008, entre 2020 y 2035 la tasa tendría que ser casi cuatro veces mayor. “La tecnología que existe hoy podría permitir tal cambio, pero la tasa de transformación tecnológica sería inaudita”.
En este escenario 450 se describe de qué manera debe evolucionar el sector de la energía para cumplirse el objetivo. Destacan medidas como asignar un costo al carbono en los sectores eléctrico e industrial para los países de la OCDE, la eliminación de subsidios a los combustibles fósiles (en Oriente Medio, Rusia y parte de Asia) o la descarbonización de la electricidad. En cuanto al mix energético, los combustibles fósiles tendrían una menor demanda, a excepción del gas natural. Tanto la nuclear como las renovables alcanzarían grandes cuotas. Situación actualmente en entredicho para el caso de la nuclear.
En todo caso, se debe tener en cuenta que los combustibles fósiles seguirán siendo un elemento importante en el suministro de energía en el planeta, por lo que se necesitará una cartera de tecnologías con bajas emisiones en carbono para disminuir la tendencia actual. La IEA también hace hincapié, en este sentido, en el informe “Perspectivas sobre Tecnología Energética 2010” (ETP 2010), el cual examina las futuras opciones en cuanto a combustibles y tecnologías disponibles para la generación de electricidad y para los sectores clave de utilización final; la industria, los edificios y el transporte. La captura y el almacenamiento de carbono (CAC) es un camino a seguir para las plantas de generación eléctrica que usan carbón como combustible, así como para la gran industria emisora de GEI. Un suministro de electricidad descarbonizado ofrece importantes oportunidades para reducir las emisiones en los sectores de utilización final mediante la electrificación, por ejemplo, con la introducción de los vehículos eléctricos en el sector del transporte o bombas de calor eficientes que sustituyan equipos alimentados por combustibles fósiles. Las redes de electricidad inteligentes (smart grids) pueden contribuir a reducir las emisiones de C02 mejorando la gestión de la red y reduciendo las pérdidas por transmisión y distribución. En los edificios se apuesta por sistemas solares de energía, sistemas de cogeneración (CHP), así como por normas de eficiencia energética en la construcción. 
Como ejemplo de estas innovadoras iniciativas en España se encuentra el Centro de Desarrollo de Tecnologías de Captura de C02 desarrollado por la Fundación Ciudad de la Energía (CIUDEN). Además CIUDEN acomete en Burgos la puesta en marcha de la primera planta experimental española de almacenamiento geológico de CO2. 
Finalmente, ha de resaltarse que todo este esfuerzo tecnológico debe ser convenientemente difundido a los países en desarrollo, pues casi todo el crecimiento futuro de la demanda de energía y de emisiones procederá de estos países. 

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