04 diciembre, 2013

“Go home and do your homework”

Esta frase resume muy bien, en mi opinión, los resultados y las valoraciones de la Conferencia de Naciones Unidas sobre cambio climático (COP 19)  que ha tenido lugar en Varsovia del 11 de noviembre al 23 de noviembre de 2013.
Aunque ya hay un buen análisis de los resultados en el post de 29 de noviembre de Ibon Galarraga, me ha parecido interesante desarrollar brevemente un análisis basado en la visión que he captado de agentes del ámbito de la administración, las empresas, y las asociaciones, etc., y vincularlo a los retos del propio modelo energético europeo.
Pues bien, la frase a la que hago referencia en el título de este post la pronunció durante su intervención Connie Hedegaard, la Comisaria Europa de Acción Climática, y con ella instaba a los países firmantes a comprometerse a anunciar compromisos concretos de reducción de emisiones antes del primer trimestre de 2015 para ser considerados de cara a la COP 21 de París de 2015, en la que se debería alcanzar un pacto global con un marco de objetivos para el periodo posterior a 2020. 
Este puede ser considerado un primer punto importante y, aunque parezca poco concreto, es muy positivo porque refleja la determinación de desarrollar cada uno en sus respectivos países (o bloques) un esfuerzo técnico y político por establecer compromisos de descarbonización a largo plazo. Este gesto era más necesario que nunca ante el desánimo que había venido cundiendo con anuncios como el de Japón, que pasaba de objetivo de reducción del 25% al 3%, o las dudas mostradas sobre el nivel de ambición de Canadá, Rusia, y Australia.
Otro punto importante, es el conocido como “mecanismo Internacional de Varsovia”, que  prevé el apoyo técnico y económico a los países en vías de desarrollo para afrontar los daños derivados del cambio climático. El funcionamiento concreto de este mecanismo se revisará en 2016. No obstante, se adelantó que su objetivo consistiría en canalizar las acciones necesarias para tratar específicamente el tema de pérdidas y daños derivados de impactos del cambio climático, a través de: información, asesoría, mejores prácticas, y apoyo técnico y financiero.
De forma más o menos formal, este mecanismo supone el reconocimiento de que la mayor frecuencia de los fenómenos climatológicos adversos ligados al cambio climático es una realidad que con mucha probabilidad sufrirán en mayor medida los países más pobres. No sería descabellado pensar que en la mente de muchos participantes estuviera el desbastador efecto del tifón Yolanda en Filipinas.
El tercer aspecto relevante tiene que ver con los compromisos de financiación. Así, en la decisión final, se reafirman los compromisos financieros de Copenhague y se pide a los países desarrollados que movilicen fondos públicos y privados, prestando cada vez más atención a la adaptación. En concreto se comprometieron algunas aportaciones al Fondo Climático Verde, con el objetivo de que disponga de una capitalización inicial antes de la COP de Paris, y cuente con varios proyectos.
Otro tema a considerar fueron las siete decisiones adoptadas en materia de deforestación (Reducing emissions from deforestation and forest degradation –REDD-). Este aspecto es de vital importancia teniendo en cuenta que la deforestación ya supone alrededor de un quinto de las emisiones globales.
La nota de prensa de la Convención Marco de Naciones Unidas para el Cambio Climático (UNFCCC en sus siglas en inglés) es muy útil para tener una visión rápida de estos puntos.
No obstante, llegados a este punto, hay algo que me dice que no debo quedarme exclusivamente con información de notas de prensa “de corte diplomático”. La verdad es que me han dejado más bien “un poco frio”. Por suerte, he podido hablar con personas que han participado en la COP y he seguido algunas de las opiniones que se han vertido en torno a esta cuestión en diversos foros. En concreto, el lunes participe en una cena con funcionarios de DECC y profesionales de energéticas, banca y empresas de trading de CO2, etc.;  y el martes seguí las interesantes intervenciones en la conferencia celebrada por la Fundación Gas Natural Fenosa “Tres visiones sobre la respuesta al cambio climático: Estados Unidos, Unión Europea y países emergentes”, en las que intervinieron el Ministro Arias Cañete, Ivo de Boer, Katrina Williams (DECC), Jacob Werksman (Comisión Europea)...
De estas conversaciones e intervenciones saco una valoración más bien poco optimista. Según me comentan, hubo incluso momentos en los que se esperaba llegar mucho menos lejos. Entre toda la información que he ido asimilando, destacaría los siguientes mensajes, que podrían considerarse incluso como retos del propio proceso global de descarbonización:
  • Los países industrializados deben tener liderazgo, pero un acuerdo que no firmasen China, Brasil e India no sería de gran utilidad.
  • El papel del Esquema de Comercio de Derechos de Emisión de CO2 en la UE ha sido importante, pero debe ir acompañado de la implementación de esquemas similares por el resto de países, así como de reformas que refuercen la señal de precio de CO2.
  • Es necesario y urgente establecer con claridad objetivos más allá de 2020 si se quiere promover las inversiones energéticas que se necesitan para acometer los ambiciosos objetivos de descarbonización.
  • Va a ser difícil negociar un acuerdo sin saber qué tipo de instrumento se va a implementar (Tratado/Acuerdo/Vinculante o No vinculante). Esta ambigüedad no ayuda para la definición de un marco de negociación.

Por último, ya desde una perspectiva más europea, me vuelvo a remitir a la frase “Go home and do your homework” que, por cierto, también fue utilizada por Cristina Figueres, Secretaria de la Convención Marco de Naciones Unidas para el Cambio Climático. Y es que Europa tiene bastantes deberes que hacer en casa:
  • No hay objetivos más allá del 20/20/20;
  • La estrategia vigente de descarbonización está siendo cuestionada por su impacto sobre los precios finales de la energía, en un marco en el que Estados Unidos está acelerando sus ganancias de competitividad al tiempo que reduce emisiones de CO2;
  • A la falta de objetivos post 2020 se une la ausencia de una estrategia general clara más allá de esa fecha.

Sin duda, y ya con una opinión un poco más clara, creo que todas estas incertidumbres justifican que dediquemos recursos técnicos y determinación política para alcanzar una senda de descarbonización que compatibilice el objetivo de los 2ºC con la competitividad y el crecimiento económico. ¿Será posible?


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