16 diciembre, 2014

Una valoración personal de la cumbre de Lima

Los que sigáis este blog o el mío personal desde hace tiempo ya  sabéis que yo hace mucho que dejé de creer en los grandes procesos negociadores multilaterales para cosas como el cambio climático. Me parecen esencialmente un despilfarro de recursos, y por eso también dejé de seguir de cerca y con optimismo las COPs, las cumbres del clima. Desgraciadamente, creo que nuestro planeta todavía no está maduro para una gobernanza global.



Pero bueno, eso no quiere decir que haya que dejarlas totalmente de lado, sobre todo cuando te piden que hagas una valoración de los resultados de la cumbre de Lima para El País :). No la enlazo por evitar la tasa Google, claro, pero la copio aquí:
El resultado de la cumbre del clima de Lima me recuerda a cuando nos dicen: “Tengo buenas y malas noticias. ¿Cuáles quieres que te cuente primero?” Y depende lo que escojamos, terminaremos más o menos contentos. En este caso prefiero empezar por las malas y terminar por las buenas, para que nos quedemos con el mensaje positivo, que además, y en mi opinión, es el más realista.
La mala noticia es que ni el acuerdo de Lima, ni el que ojalá se alcance en París el año próximo, servirán para asegurar que nos acerquemos siquiera al límite de 2ºC de subida de las temperaturas globales. Y por tanto, como ya nos vienen avisando desde hace tiempo desde el IPCC, debemos prepararnos para adaptarnos a un clima más cálido, con menos agua en España, y con mayor frecuencia de eventos meteorológicos extremos.
Pero, como decía, tener que enfrentarnos a una realidad tan dura como ésta no implica que el resultado de Lima sea negativo. En primer lugar, al fin se abre la vía para un acuerdo de todos los países para luchar, en la medida de sus capacidades y responsabilidades, contra el cambio climático. Esto era algo impensable hace tiempo para muchos de nosotros.
 Es cierto que no hay reducciones de emisiones obligatorias. Pero, como decía al principio y ha subrayado en Lima la secretaria ejecutiva de la Convención de Naciones Unidas para el Cambio Climático, hay que ser realistas. Era irreal pensar que se alcanzara un acuerdo así. En cambio, el compromiso alcanzado, aunque sea poco ambicioso, puede ayudar mucho a romper barreras y prejuicios, y a ponerse en marcha para lograr los objetivos a largo plazo, que son los que realmente importan. Estoy convencido de que el acuerdo en sí mismo hará a los países más responsables y más conscientes de la urgencia de enfrentarse al cambio climático, y también de que hacerlo quizá no sea tan caro como algunos dicen. Y esto puede generar una dinámica positiva que, si no a los 2ºC, quizá nos permita llegar a evitar la catástrofe ambiental y ética a la que nos conduce el escenario actual.
En este sentido, confío en que también nos ayude a los españoles a entender mejor el problema, y nos haga más conscientes de la necesidad de decidir con rigor científico y consenso social nuestras estrategias de reducción de emisiones y de adaptación frente al cambio climático.

La valoración es evidentemente muy breve, no cabía más en 400 palabras. Podéis leer un análisis más detallado en Vox,  en Energy Post, en el blog de Stavins, o en la propia UNFCCC. El texto del acuerdo está aquí. Pero sí me gustaría en este espacio reforzar un par de ideas:

Primero, este seguramente sea el mejor acuerdo posible. Un acuerdo que obligara a todos los países a realizar reducciones significativas nunca hubiera podido ser aprobado. Si ya tenemos problemas por ejemplo en los países europeos para aceptar que la Comisión nos diga cómo producir energía (que al fin y al cabo es uno de los principales sectores afectados por las reducciones de cambio climático), ¿cómo podemos pensar que China, Brasil, o muchos otros países acepten que Naciones Unidas les diga lo que tienen que hacer en algo con tantas implicaciones económicas o sociales? ¿De verdad pensamos que es posible un acuerdo en París como el que propone el gobierno francés, con precios para el CO2 obligatorios? Yo siempre digo que los acuerdos voluntarios, en teoría, parecen menos efectivos que las regulaciones duras. Pero cuando la regulación dura es imposible, el acuerdo voluntario es mejor que nada.

Segundo: como ya he dicho unas cuantas veces, el que este acuerdo no contenga medidas coercitivas no quiere decir que la batalla contra el cambio climático esté perdida. Muchos países, incluidos China o la India, tienen interés propio en reducir sus emisiones de CO2, bien por razones de dependencia energética o de contaminación atmosférica local. Y tampoco hay que descartar un escenario en el que distintas regiones o países van estableciendo sistemas para reducir emisiones, que posteriormente se podrían ir conectando via intercambio de permisos de emisión, llegando a un sistema casi global. Es decir, que puede ser que lleguemos al mismo sitio, pero por una vía factible en lugar de tratar de hacerlo por una vía muerta.

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