09 diciembre, 2014

Nuevas evidencias sobre el papel que juega el comportamiento en el consumo energético de los hogares

Cuando se habla de aumentar el nivel de eficiencia energética en el sector residencial hay dos factores a tener en cuenta: por un lado la inversión en medidas de eficiencia energética y por el otro la adopción de hábitos o comportamientos eficientes energéticamente. Hasta el momento el foco de atención estaba generalmente puesto en el primero. Las políticas públicas convencionales se basan principalmente en el establecimiento de estándares o códigos de construcción que marquen unos niveles mínimos, y también en el uso de instrumentos económicos como impuestos o subvenciones para incentivar la inversión en eficiencia energética. Sin embargo, dada la aparente falta de respuesta por parte de los ciudadanos (que como ya hemos explicado aquí y aquí, podría deberse a la existencia de una serie de barreras de mercado como falta de información, fallos de comportamiento, etc.) en los últimos años la atención se está centrando en entender el comportamiento de los hogares en relación a la adopción de medidas de eficiencia energética y cuáles son los factores que afectan dichas decisiones. Este es el objetivo de un experimento llevado a cabo por un grupo de investigadores del Cener for Energy and Environmental Economics, UCE3, de la Universidad de California.

Dicho experimento se llevó a cabo en un complejo de apartamentos universitario de California, en donde viven las familias de los estudiantes graduados. Es necesario resaltar que estas familias viven en régimen de alquiler, lo que podría suponer diferencias con respecto a los hogares que viven en vivienda propia. Como hemos comentado en otras ocasiones, una parte muy importante del análisis de la eficiencia energética en el sector residencial analiza los efectos que se producen sobre el consumo energético en situaciones en las que se producen incentivos divergentes, también conocido como principal-agente.
En los 137 apartamentos cuyos inquilinos accedieron a participar en este experimento se instaló un contador inteligente que recogió información sobre el uso de electricidad en tiempo real. Un punto clave en este experimento es que todos los apartamentos están equipados con los mismos electrodomésticos (a pesar de que no se pudo controlar por las diferencias en pequeños aparatos eléctricos tales como tostadoras, calentadores, ventiladores, etc.). También cabe señalar que para excluir posibles desviaciones producidas por un problema de sample selection generado por la propia decisión de los inquilinos de cada apartamento de participar en el experimento, los autores compararon el consumo medio mensual de dichos apartamentos con los del resto de apartamento, y observaron que no existían diferencias significativas entre ambas muestras que impidieran llevar a cabo el experimento.
Por otro lado, en cada hogar se implantó un aparato comercial del tipo de los contadores inteligentes que permitió conocer el consumo de cada electrodoméstico durante un periodo de un año, que fue el tiempo que duró el experimento. Además, se recogió información socio-demográfica básica de cada hogar participante. Esto último les permitió controlar por el efecto que características tales como el género, la edad, o las implicaciones medioambientales pudieran tener sobre el consumo eléctrico.
Con esta información trataron de responder varias cuestiones. En primer lugar, cual es el grado de conocimiento que los hogares tienen sobre su consumo eléctrico de forma desagregada. Para responder a esta pregunta, los autores de este estudio compararon las respuestas obtenidas en una encuesta previa realizada a los participantes con la información real recogida por los contadores inteligentes. La pregunta previa fue la siguiente: ¿qué porcentaje del consumo eléctrico de su apartamento cree que viene de las siguientes fuente: iluminación, calefacción y aire acondicionado, y resto de equipos eléctrico tales como TV, portátiles, electrodomésticos, etc.? Como sería de esperar, la mayoría de los inquilinos no supieron predecir el porcentaje de consumo procedente de cada uno de estos servicios. En general, los hogares tendieron a sobreestimar la parte del consumo que procede del sistema de calefacción y aire acondicionado y a subestimar la que procede de los electrodomésticos. Este resultado confirma que los hogares no conocen la distribución del consumo eléctrico entre los servicios y productos instalados.
En segundo lugar, con este experimento se trató de identificar cómo el comportamiento de los consumidores puede afectar el consumo eléctrico de cada aparato. Dado que se dispone de información completa sobre cada apartamento y de que los electrodomésticos instalados en cada uno de ellos son idénticos, es posible asociar las diferencias adicionales que se producen en el consumo con cuestiones que tienen que ver con los hábitos y las actitudes de los consumidores, como podría ser la conciencia medioambiental o los horarios de trabajo.
La información recibida del contador muestra que, en efecto, el consumo de las neveras no muestra grandes diferencias entre los hogares, ya que permanece enchufado todo el tiempo, independientemente de los hábitos. Sin embargo, aparecen importantes diferencias para el resto de electrodoméstico y estas persisten una vez que se reduce la comparación a apartamentos con las mismas características. Por lo tanto, los autores llevaron a cabo 3 regresiones para tratar de explicar esta variabilidad. En primer lugar tuvieron en cuenta solo las características del apartamento y obtuvieron que estas explican entre el 6 y el 16% de la variabilidad existente. En segundo lugar incluyeron las características socio-demográficas observables de cada hogar y encontraron que éstas no añaden explicación adicional al modelo. Por último, introdujeron efectos fijos que controlaron por las características inobservables de cada hogar y encontraron que éstos explican entre un 25 y un 58% adicional la variación en el consumo. Además, el mayor porcentaje corresponde con el consumo derivado de la luz y del lavavajillas, que son usos energéticos para los que los hábitos juegan un papel importante.

Con estos resultados el estudio concluye que las mayores diferencias en el consumo eléctrico de los hogares se deben a las características inobservables de cada hogar, y no tanto a las características propias de cada apartamento o a las características socio-demográficas de los hogares. Esto implica que para aquellas fuentes de consumo en donde el comportamiento es un determinante importante, las políticas públicas deben diseñar programas de información dirigidos a fomentar hábitos de uso más eficientes, mientras que para aquellas en las que el comportamiento no juegue un papel relevante, como podría ser el caso de los frigoríficos, el objetivo debe ser el fomento de la innovación tecnológica. 

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