Cuando se habla de aumentar el nivel de eficiencia energética en el sector
residencial hay dos factores a tener en cuenta: por un lado la inversión en
medidas de eficiencia energética y por el otro la adopción de hábitos o
comportamientos eficientes energéticamente. Hasta el momento el foco de
atención estaba generalmente puesto en el primero. Las políticas públicas
convencionales se basan principalmente en el establecimiento de estándares o
códigos de construcción que marquen unos niveles mínimos, y también en el uso
de instrumentos económicos como impuestos o subvenciones para incentivar la
inversión en eficiencia energética. Sin embargo, dada la aparente falta de
respuesta por parte de los ciudadanos (que como ya hemos explicado aquí y aquí, podría deberse a la existencia de
una serie de barreras de mercado como falta de información, fallos de
comportamiento, etc.) en los últimos años la atención se está centrando en
entender el comportamiento de los hogares en relación a la adopción de medidas
de eficiencia energética y cuáles son los factores que afectan dichas
decisiones. Este es el objetivo de un experimento llevado a cabo por un grupo
de investigadores del Cener for Energy and Environmental Economics, UCE3, de la
Universidad de California.
Dicho experimento se llevó a cabo en un complejo de apartamentos
universitario de California, en donde viven las familias de los estudiantes
graduados. Es necesario resaltar que estas familias viven en régimen de
alquiler, lo que podría suponer diferencias con respecto a los hogares que
viven en vivienda propia. Como hemos comentado en otras ocasiones, una parte
muy importante del análisis de la eficiencia energética en el sector
residencial analiza los efectos que se producen sobre el consumo energético en
situaciones en las que se producen incentivos divergentes, también conocido
como principal-agente.
En los 137 apartamentos cuyos inquilinos accedieron a participar en este
experimento se instaló un contador inteligente que recogió información sobre el
uso de electricidad en tiempo real. Un punto clave en este experimento es que
todos los apartamentos están equipados con los mismos electrodomésticos (a pesar
de que no se pudo controlar por las diferencias en pequeños aparatos eléctricos
tales como tostadoras, calentadores, ventiladores, etc.). También cabe señalar
que para excluir posibles desviaciones producidas por un problema de sample
selection generado por la propia decisión de los inquilinos de cada
apartamento de participar en el experimento, los autores compararon el consumo
medio mensual de dichos apartamentos con los del resto de apartamento, y
observaron que no existían diferencias significativas entre ambas muestras que
impidieran llevar a cabo el experimento.
Por otro lado, en cada hogar se implantó un aparato comercial del tipo de
los contadores inteligentes que permitió conocer el consumo de cada electrodoméstico
durante un periodo de un año, que fue el tiempo que duró el experimento.
Además, se recogió información socio-demográfica básica de cada hogar
participante. Esto último les permitió controlar por el efecto que
características tales como el género, la edad, o las implicaciones medioambientales
pudieran tener sobre el consumo eléctrico.
Con esta información trataron de responder varias cuestiones. En primer
lugar, cual es el grado de conocimiento que los hogares tienen sobre su consumo
eléctrico de forma desagregada. Para responder a esta pregunta, los autores de
este estudio compararon las respuestas obtenidas en una encuesta previa realizada
a los participantes con la información real recogida por los contadores
inteligentes. La pregunta previa fue la siguiente: ¿qué porcentaje del consumo
eléctrico de su apartamento cree que viene de las siguientes fuente:
iluminación, calefacción y aire acondicionado, y resto de equipos eléctrico
tales como TV, portátiles, electrodomésticos, etc.? Como sería de esperar, la mayoría
de los inquilinos no supieron predecir el porcentaje de consumo procedente de
cada uno de estos servicios. En general, los hogares tendieron a sobreestimar
la parte del consumo que procede del sistema de calefacción y aire
acondicionado y a subestimar la que procede de los electrodomésticos. Este
resultado confirma que los hogares no conocen la distribución del consumo
eléctrico entre los servicios y productos instalados.
En segundo lugar, con este experimento se trató de identificar cómo el
comportamiento de los consumidores puede afectar el consumo eléctrico de cada
aparato. Dado que se dispone de información completa sobre cada apartamento y
de que los electrodomésticos instalados en cada uno de ellos son idénticos, es
posible asociar las diferencias adicionales que se producen en el consumo con
cuestiones que tienen que ver con los hábitos y las actitudes de los
consumidores, como podría ser la conciencia medioambiental o los horarios de
trabajo.
La información recibida del contador muestra que, en efecto, el consumo de
las neveras no muestra grandes diferencias entre los hogares, ya que permanece
enchufado todo el tiempo, independientemente de los hábitos. Sin embargo,
aparecen importantes diferencias para el resto de electrodoméstico y estas
persisten una vez que se reduce la comparación a apartamentos con las mismas
características. Por lo tanto, los autores llevaron a cabo 3 regresiones para tratar
de explicar esta variabilidad. En primer lugar tuvieron en cuenta solo las
características del apartamento y obtuvieron que estas explican entre el 6 y el
16% de la variabilidad existente. En segundo lugar incluyeron las
características socio-demográficas observables de cada hogar y encontraron que
éstas no añaden explicación adicional al modelo. Por último, introdujeron
efectos fijos que controlaron por las características inobservables de cada
hogar y encontraron que éstos explican entre un 25 y un 58% adicional la
variación en el consumo. Además, el mayor porcentaje corresponde con el consumo
derivado de la luz y del lavavajillas, que son usos energéticos para los que
los hábitos juegan un papel importante.
Con estos resultados el estudio concluye que las mayores diferencias en el
consumo eléctrico de los hogares se deben a las características inobservables
de cada hogar, y no tanto a las características propias de cada apartamento o a
las características socio-demográficas de los hogares. Esto implica que para
aquellas fuentes de consumo en donde el comportamiento es un determinante
importante, las políticas públicas deben diseñar programas de información
dirigidos a fomentar hábitos de uso más eficientes, mientras que para aquellas
en las que el comportamiento no juegue un papel relevante, como podría ser el
caso de los frigoríficos, el objetivo debe ser el fomento de la innovación
tecnológica.
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