Uno de los aspectos más interesantes de la actual crisis abierta entre Ucrania y Rusia es el energético (aunque claramente no es el único). Esto no es nuevo: todos podemos recordar el último episodio conflictivo entre los dos países, cuando Rusia cortó el suministro de gas a Ucrania por una disputa de precios, algo que acabó pagando Alemania.
Ahora, sin embargo, la situación es otra: lo que se discute no es que Rusia vaya a cortar el suministro de gas a Ucrania (que también es una posibilidad, claro), sino en qué medida el hecho de que Rusia esté suministrando el 40% del gas natural a Alemania (que a su vez depende en un 22% del gas para su suministro energético), y en menor medida, a Italia o Reino Unido, puede estar condicionando la respuesta a esta crisis por parte de la comunidad internacional. Aunque en los últimos días parece que la cosa se está poniendo seria, parece difícil que Alemania vaya a jugarse su suministro energético proponiendo sanciones a Rusia, algo que otros países como España tendrían menos problemas en hacer (desde el punto de vista energético, porque a lo mejor tampoco quiere perder los ingresos por el turismo ruso). En el fondo, esta es la misma cuestión que hay detrás de la inexistencia de una política exterior europea, que es imposible que sea común mientras los intereses energéticos o comerciales de los estados miembros sean tan distintos.
Y en paralelo, en EEUU se habla sobre el posible interés de exportar gas a Europa (algo difícil de ver, como justifica bien Michael Levy) para evitar que Putin juegue esta carta (la de la presión a Alemania y por ende a Europa) ahora y en futuras ocasiones.
Una pregunta que surge en todo esto es cómo Alemania, sabiendo lo que se juega con Putin, no emprende políticas destinadas a flexibilizar y diversificar su suministro energético (además del fomento de las renovables, claro). Si Alemania tuviera unas cuantas regasificadoras como España, otro gallo nos cantaría. Entonces los americanos (o los argelinos, o los cataríes) podrían importarle su gas y hacerle menos dependiente de los condicionantes energéticos en su política exterior. Aunque parece difícil dar lecciones de esto: el porcentaje de gas que suministra Rusia a Alemania es inferior al que suministra Argelia a España (un 45%)...quizá sea un buen momento para replantearse las exigencias de diversificación de suministro energético...
ADD: Karel Beckman escribe sobre el mismo asunto, cubriendo un campo mucho más amplio, pero también metiéndose de lleno en cuestiones muy controvertidas. Interesante en todo caso.
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